Por Hilda Catz
Ricardo Rodulfo explora en este libro las ventajas teóricas de hacer del juego infantil el punto de partida de una nueva reflexión psicoanalítica que implica desplazar el centro de la escucha del analista hacia zonas que no se han trabajado aún. Autor creativo por antonomasia, propone basándose en las teorizaciones de Winnicott, lo que significa la práctica del juego y el juguete que se construye en la experiencia misma del juego como experiencia cultural, ya que lo que lo hace experiencia cultural es justamente la actitud subjetiva que lo sustenta.
Además, nos lleva al recuerdo de nuestros propios juegos, experiencias que pueblan nuestra vida erótica, pero que se extienden más allá de ella y que abarcan las intervenciones e invasiones de la sexualidad de la familia y de los adultos en los cuerpos de los chicos.
Yo partiría hablando de su libro con esa frase tan significativa que es la sonata para varias voces, su disposición a la apertura, a la deconstrucción en contra de todo dogmatismo. La música, con sus variaciones, con su infinita gama de instrumentos donde cada uno aporta lo propio e interactúa con los otros y pone en acto ese “Entre” que nos transmitís con énfasis de adolescente y experiencia de Maestro. Nos decís que cuando este “entre” funciona y hace encuentro, el gesto alcanza a ser acto, incluso experiencia vivida, sonora. Habla de la música, de los tonos, los timbres, los silencios, lo que llama Sonata para psicoanálisis a varias voces y por mi parte nos lleva a una frase de Platón que dice:
“[…] La música es una ley moral. Da altura al Universo, alas al pensamiento, vuelo a la imaginación, consuelo a la tristeza, alegría y vida por doquier. Es la esencia del orden y conduce a todo lo bueno, eterno y apasionante que hay en la naturaleza […]” Sonata para psicoanálisis a varias voces, como el canon que es una forma de composición de carácter polifónico, en el que una voz interpreta una melodía, y es seguida, a distancia de ciertos compases, por sucesivas voces que interpretan esa misma melodía, pudiendo estar dicha melodía escrita a un intervalo diferente, e incluso transformada. La música, sea la del grillo que invita a su compañera en el silencio de la noche, la del pájaro que presiente la aurora, o de un Beethoven que dibuja en el pentagrama el dolor del Universo o la alegría del amor, es siempre la nostalgia hacia la superación. Liebermann (1971).
Y esa es su propuesta que, partiendo de ese camino sonoro, habilita la importancia de ese espacio donde la creatividad para la vida, de la que hablaba Winnicott, es como un tono sostenido con vehemencia en todo su libro. Música que nos envuelve y nos lleva a volar por territorios ignotos, y nos trae recuerdos hechos de sonidos, garabatos como objetos encontrados en ese “entre” de armonías y contrapuntos inesperados.
Esa Sonata para psicoanálisis a varias voces, nos invita a descubrir en una época de certezas, esa necesidad del “playing” que nos permite “variaciones” subjetividad en crecimiento, en distintos movimientos musicales.
Para Rodulfo lo que vemos en las primeras entrevistas con un niño es “en qué medida posee capacidad para la alteridad, su coeficiente de creación del juguete y la vitalidad que le infunde en tanto potencia de transformación”. Porque como afirma teóricamente: “es tan posible analizar a un niño que juegue sin hablar como imposible analizar a uno que hable sin jugar, tenga la edad que tenga”. Porque el juguete es fabricado en el interior del mismo proceso lúdico ya que como clínicos vemos niños que no pueden jugar, aunque estén llenos de juguetes, porque les falta un acto subjetivo, un despertar del juego con el otro.
Y así llegamos a que en el medio del basural nos encontramos con una sala de conciertos como dice Rodulfo, como esa orquesta hecha con instrumentos creados de residuos. La maravilla de disipar la basura del basural y hacer de él un escenario que empieza como un juego y lleva mucho más allá de él, a la experiencia cultural de la que el juego mismo es parte y a extraer placer de su exploración incipiente sobre todo cuando efectúa su configuración en el deseo de ser grande que en algunos niños está empañado por diversos motivos.
Y no puedo menos que recordar a “Chiquilín de Bachin” de Piazzolla y la letra de Horacio Ferrer cuando dice:
Cada día, en la basura
con un pan y un tallarín
se fabrica un barrilete
para irse ¡y sigue aquí!
Es un hombre extraño
niño de mil años
que por dentro le enreda el piolín
Y en el otro extremo, lo nocivo de hacer ping-pong con las ganas de un chico, respondiendo apresuradamente a ellas, lo que no les deja margen de tiempo para crecer y pasar a hacer deseo; y que consume en vano en su propia llama las ganas de un niño (Rodulfo, 1989). Una forma que distorsiona la capacidad deseante del chico, malgastándola y degradándola regresivamente, en lo que Rodulfo describe como un “deambular incesante que gira en un círculo vicioso: más consumo, menos deseo, más consumo frenéticamente, con la fantasía de que así reactivaré mi deseo insistiendo en un hacer lo que lo aplasta”.
Nos remarca también la importancia de las madrigueras, esos refugios, esas cuevas hechas de sabanas, sillas y mesas donde el calor de la vida de los niños circula con toda su ardiente sonoridad lúdica (Derrida, 1996), donde nos enseñas a respetar el secreto, eso que empieza a gestar las primeras diferenciaciones de los grandes, y la posibilidad de separarse, de armar su propio mundo.
La importancia del escondite, ya a partir de los 6 meses, el juego de la sabanita, o por ejemplo en tiempos del jardín, cuando el niño escucha a la madre preguntarle qué estuvo haciendo, el no habla porque para él la madre estuvo todo el tiempo con él, no puede imaginársela lejos.
Hasta el ejemplo que da de la madre de una paciente de 17 años, que “en un paroxismo de furia, destornilló la puerta del cuarto de su hija, sacándola de quicio (y sacando de quicio a su hija al mismo tiempo), para llevar a la práctica de modo violento eso de inutilizar el escondite para una visibilización total del espacio en que su hija vivía”. Y es cierto que son muchos los hogares en los que las puertas no disponen de llave, en particular las de los niños y adolescentes que allí habitan, como una búsqueda de la transparencia más típica de la realidad virtual que de la vida, y del derecho al secreto.
La importancia del movimiento que tiene que ver con la sensación de libertad, censurando tempranamente las agitaciones de un bebé, sin tener en cuenta que lo muscular que se asoció a impulsos sádicos tempranos guarda un vínculo estrecho con el dominio, con el deseo de saber. En una época donde se los inmoviliza a los niños con diagnósticos tempranos predicciones, medicación y otros métodos mecánicos como el de ponerle mochilas con piedras y otros tormentos que nos retrotraen a la pedagogía negra de Schreber.
Sostiene la importancia del ingrediente lúdico, la travesura en donde como en todas las expresiones de lo humano también hay cierto grado de violencia, como agresión necesaria para la vida, hasta el lamentable extremo de la violencia antisocial de los chicos alcoholizados y drogados a la salida del boliche.
Además, la imprescindibilidad estratégica de tener en cuenta lo transgeneracional donde el peso de duelos y de traumas es como un fondo musical presente ya desde antes del nacimiento o en posteriores resignificaciones (Bowlby, 1992).
Sin dejar de lado que el recién nacido funciona también a la manera de un significante de la vida que se renueva sin cesar y ya sus primeros comportamientos influencian el medio al que se integra. Como decía Lebovici, el bebe crea una madre, un padre, tíos, abuelos, es él el que les da ese título no siempre bien acogido, porque el bebe nos es solamente un hecho biológico sino un hecho psicológico complejo que necesita ser acompañado.
O el ejemplo que da de un niño pequeño que dice: “Papá, vos nunca estás con nosotros. Estás ahí pero no estás de verdad”. Y nos aclaras de que el padre sufría de eclipses depresivos, durante los cuales en efecto podía aparentar estar, pero no más que eso. Y así nos subrayas las funciones estructurantes de las intervenciones del niño en ese “entre” donde habitualmente se queda afuera la interacción del niño y/o adolescente. Nos propone que lo que Freud designó Series complementarias lo re conceptualiza llamándolas “suplementarias” (Rodulfo, 2004, Deleuze y Guattari, 2010).
Y llegamos a las Pantallas y al cuidado respecto que se dañe la capacidad imaginativa en lo referente a esa clase de imaginación que activa la lectura tradicional por lo que aconseja una prudencia muy rigurosa hasta los 3 años del pequeño, y luego cierto cuidado hasta la adquisición de la lecto-escritura sosteniendo una política no represiva pero sí reguladora, ya que una excesiva exposición a la imagen en pantalla causa daño, y puede lesionar otras potencialidades.
Propone privarnos de ese nombre “Narcicismo” es que fue aprovechado para patologizar todo lo concerniente a lo virtual, sin hacer caso de la idea de Winnicott de empezar cualquier examen por el costado de la salud, de lo positivo que aporta un fenómeno, y no por sus ribetes psicopatológicos, que siempre pueden encontrarse. Si, como dijeron Lacan y Winnicott, cada uno por su lado, “lo real es lo imposible”, lo ficcional existe, como lo muestra el caso del juguete, como lo muestran también los dioses y Dios mismo: todo lo que por él se ha realizado bastaría para no poder negarle realidad.
O sea, que nos invita a no intervenir prematuramente en tiempos de la constitución de la creencia como parte de una trilogía fundamental, que inserta en el mismo collar juego, creencia y ficción, entendidas las tres perlas como expresiones de una capacidad para las tres cosas. (Freud)
La maravilla del “Había una vez”, válido en su ambigüedad que nos libera de comprometernos con una dilucidación racionalista potencialmente destructora de la transicionalidad. En ese “Había una vez” nos impulsa a que recuperemos el hecho de estar frente a “un porvenir abierto, muy abierto, con no pocas incógnitas, no la previsibilidad de un futuro sin sobresaltos ni sorpresas”.
Dra. Hilda Catz. Ph.D: Miembro titular en función didáctica – Asoc. Psicoanalítica Argentina – Directora del Departamento de Niños y Adolescentes de APA – Profesora de Seminarios y de Espacios de investigación de APA – Profesora invitada Titular de Postgrado de Escuela Inglesa y Francesa de la USAL – Artista plástica
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