Aún estaba en la cama. La despertó el llamado de él. Le dijo que tenía diez minutos entre un trabajo y otro y que, pasaría por allí para darle un beso. Ella se alegró con la noticia y le respondió que lo esperaría con un café caliente.
En general, a ella le gustaba dormir hasta más tarde y, al despertar, quedarse un ratito en la cama jugando con sus pensamientos, antes de arrancar el día. Tuvo el impulso de detenerse en la noche anterior, pero, se dijo que, mejor, se levantaría a preparar el café para él. A ella le gustaba el mate, sólo de vez en cuando tomaba café y, decidió que, ésta, no sería una de esas veces. Haría una sola taza.
A los pocos minutos, él entró a su departamento. Ella calculó, por la rapidez con que había llegado que, seguramente, su primer trabajo quedaría muy cerca del lugar donde vivía. (Ella no sabía mucho de él. Se habían contactado unos meses antes y mantenido algunos encuentros, al modo clásico de las modernas relaciones virtuales). No solía hacer esa clase de preguntas. Una, para no entrometerse demasiado en la vida de los otros, no andar husmeando, interrogando de más. Y otra, porque a ella le fascinaba hacer deducciones. Tarde o temprano, siempre encontraba indicios que daban respuesta a lo que no preguntaba. Como, recién con él y, la distancia entre su departamento y su trabajo. Pensó en ello, se preguntó si tal cosa respondería a una elección bien pensada, si habría sido casualidad, si sería propietario o sólo estaría allí de paso. Le gustó la opción de que lo habría elegido.
Él le parecía un hombre que contaba, entre otros atributos, con un criterio práctico. Era resuelto. Así, lo veía moverse ella, al menos, que tampoco lo conocía tan íntimamente. Era “su” armado.
Los otros encuentros no habían sido en el departamento ni propiciados por él. Esta vez, había decidido invitarla la noche anterior y no habían hablado nada de la mañana siguiente. Mientras ponía el agua, pensó en ello. Sintió cierta extrañeza de encontrarse ahí, sola, en ese lugar que casi no conocía y metiendo mano en la cocina de él. También se dijo que, él, ya le tendría algo de confianza. Se rio, al pensar que ella era morocha y le gustaba tejer, pero no era una de esas “viudas negras” que, mucho se ven en los medios. Ella respetaba lo ajeno todo lo más que podía y, aquellos pequeños hurtos de información, pasaban inadvertidos para los demás. Definitivamente, no constituían ningún delito.
Ella se sentó sobre su falda. Le agradaba esa cercanía, disfrutar de la breve charla y verlo recuperar temperatura en el cuerpo, mientras bebía el café.
Eran sólo diez minutos. Él le acarició la espalda y ella sintió consumirse. Notó que a él le sucedía algo similar. Intentó ir más allá y, ella, contra su debilitada voluntad, lo frenó en seco. Miró la hora y le dijo que se estaba por vencer el plazo.
Ante todo, era una fundamentalista de las reglas y, no sería responsable de que él llegara tarde al trabajo. Ella estaba de vacaciones, pero también trabajaba y sabía que eso era lo primero por cumplir, si uno pretendía ser digno de entrar en la categoría “trabajador”. Un trabajador propiamente dicho. Lo que se dice, un laburante con todas las letras. Ella, era fiel a sus principios y, se regía por ellos, aunque perdiera más de lo que ganaba.
Lo acompañó hasta la puerta, se despidieron con un beso y, ella, se quedó pensando en él. No había salido ilesa del tórrido “tiroteo”. Reflexionó, largamente, acerca de lo que tanto le atraía de él y, concluyó con que, el hecho de que no se acabara en ella, era lo que más la encendía. Él, era su deseo. El de ella y el propio. Así, se le escurría entre un trabajo y el otro. Venía, pero sólo para volver a irse. Quería su beso y también quería otra cosa. Él, era inagotable. “Viril” y “vital”. Era esa mezcla en que una cualidad se alimentaba de la otra. Eso lo pintaba de cuerpo entero. Sí, era dos en uno. Él, era “viral”. Su deseo, se difundía como la sangre conducida por finos capilares, ramificándose, corriendo hasta vaya a saber dónde…
Antes de irse del departamento, ella se tentó con leer la borra del café. No entendía nada de eso, pero echaría un vistazo a un tutorial y, listo. Quería saber qué le depararía el destino. Se acercó a la mesa y vio la taza a medio tomar. Él, había salido, prácticamente, corriendo hacia el segundo trabajo y no alcanzó a terminarlo. Se lamentó por ello. La lectura que deseaba esa mañana, no iba a poder ser.
A ella no le había sido suficiente con lo “express” de aquel café. También quería su lectura. Advirtió que se había quedado con las ganas de más y, se le ocurrió que, la próxima cita sería en un Café literario, un día en el que ella se muriera por tomar un café. En una de esas, ahí, él se tentaría con leerla.
Se lo imaginó, ya, en su segundo trabajo, haciendo los mismos algoritmos que ella, al estilo de los que, en la red, sugieren visitas de acuerdo al gusto de cada navegador. Y, lo vio con ojos vivaces, levantando las cejas con gesto de expectativa, al adentrarse en aquellas nuevas páginas.
Pensó que sus dos trabajos deberían gustarle en serio. Tanto como ella… Prefirió, por conveniencia, no hacer cuentas con el tiempo que dedicaba a cada “gusto” y confirmó que, él, era un hombre con criterio práctico que, sabía cómo exprimir sus horas, a pesar de las limitaciones que las reglas imponen. Como sus diez minutos express que, alcanzaron para un beso, medio café y algo más.
Ella pensó que, si hubiera contado con la mitad del tiempo, él, igual se las habría rebuscado para deleitarse con un buen té. A ellos, cinco minutos, les bastaban para viralizarse.
Salió del departamento y siguió con su cabeza andando. Entonces, tuvo el convencimiento de que, con su seductora “viralidad”, él, había logrado por contagio que, también comenzara a propagarse más allá de sí misma. Ella y su deseo. En ella, algo se estaba moviendo.
Y, tal novedad, la festejó con un “me gusta” en voz alta. Lo compartió, en la calle, con quien quisiera oírla.
Ella, se estaba haciendo viral.
Fabiola Etchebarne es Psicóloga (Universidad Nacional del Comahue) y Profesora de Nivel Inicial. Actualmente, trabaja en el Poder Judicial de la provincia de Neuquén, integrando el Equipo Interdisciplinario del Fuero de familia, niñez y adolescencia.
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