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Por Dunia Samamé

                                                                                               

A la memoria de Alberto Péndola

 

Este texto fue presentado como Trabajo Final en el marco del Seminario Psicopatología característica en las infancias y niñeces, y fue seleccionado como Trabajo Final destacado.

 

 

Sumilla

Con el propósito de repasar algunas ideas acerca la fobia, tomo dos propuestas teóricas para reflexionar sobre el miedo.

Palabras clave: fobia, miedo, soledad.

 

“Parece entonces que fuera preciso temblar, no escoger temblar, como por deber, sino ceder ante la necesidad del desfallecimiento, de la debilidad, abandonando toda complacencia o todo sentimiento ingenuo o inocente de tener una firme capacidad, o el dogmatismo de saber dónde se está parado, toda presunción segura acerca del temblor; no hay que hacer como si se supiera lo que quiere decir temblar, o saber lo que es verdaderamente temblar, en verdad, ya que el temblor se mantendrá siempre heterogéneo al saber, es el único saber posible al respecto.”

¿Cómo no temblar?

Derrida

 

Con este escrito, Derrida nos invita a registrar el movimiento como experiencia, en la línea de la necesidad del desfallecimiento. Casi al final de ¿Cómo no temblar?, (Derrida, 2009) alude a la soledad y la responsabilidad con una frase de Celan que confiesa enigmática: “El mundo ha partido, yo debo cargarte”. Estas resonancias desde Derrida llevan a pensar lo paradigmático de la afectación en la fobia, que puede plasmarse al temblar por temor o poner en primer plano el temor por temblar.

En la fobia el sufrimiento es visible por la intranquilidad ante situaciones de peligro real o imaginario. La inhibición y las restricciones aprisionan al yo que se aleja de estímulos, contextos, objetos o personas.

 

La fobia toma relevancia en la literatura psicoanalítica desde sus inicios asociando niño y fobia con predominio de la zoofobia, la parálisis y el no querer salir; son célebres los casos de “Juanito” y “Arpad” con el caballo y las gallinas respectivamente. Desde el conductismo, Watson experimentó con el pequeño Albert exponiéndolo a animales y ruidos, centrando la pregunta sobre el “infans” en el porqué de sus miedos.

 

La fobia sería una defensa contra un impulso reprimido, (de carácter sexual en forma privilegiada), en la evitación como defensa; las experiencias de separación son el centro y las fobias el síntoma representativo del vínculo padres – niños a quienes sienten peligrosos y temen.

 

En sus dilucidaciones, Freud amarra neurosis y angustia, admitiendo incluso su inhibición por visitar Roma, que solo logrará vencer en 1901, dando cuenta del entramado familiar de sus razones. En 1926 señala “Las fobias a la soledad, la oscuridad y los extraños, de los niños más pequeños, fobias que tienen que llamarse casi normales, se disipan la mayoría de las veces cuando crecen.” Freud, (1926). Se trataría de episodios transitorios que aparecen en contextos de cura y parte de los movimientos de estructuración psíquica en la infancia.

 

Para Lacan, la fobia queda asociada a las dificultades del complejo de castración; teorizándose alrededor de la falta constitucional.

 

Por su parte, Jorge Mom (1962) de inspiración kleiniana, acentúa a las fobias como protección ante la catástrofe de disociación, remarcando las dificultades de la elaboración de la posición esquizo-paranoide, la depresiva y el uso del otro para combatir el vacío, que justamente es lo que impide el vínculo. Para el autor en la fobia la sensación es de muerte.

 

Una de las medidas para combatir las fobias se conoce como habituación y propone la exposición paulatina a lo temido para aumentar la confianza por el uso y disipar el miedo por la costumbre; así, de la mano de la tecnología, se sugiere la realidad virtual como forma de solución gradual, vía simulación.

 

En la fobia como malestar nos preguntamos ¿Por qué ese temor? Según el diccionario de la RAE, fobia remite al cruce afectivo entre temor angustioso y aversión exagerada; esta asociación no sólo atañe al lenguaje coloquial, sino a los manuales de diagnóstico y en nombres tales como rupofobia, talasofobia, nictofobia, etc., ya que el miedo es un factor esencial en la fobia, la aversión presenta una carga afectiva y apasionada. Fobia y angustia se amalgaman y potencian en una dinámica que Bataille describe refiriendose al erotismo, dando cuenta de la proximidad entre terror y fascinación (Bataille, 2007) o según Ruth Benedict sobre lo sagrado, lo profano y las características de los totém; así, en la situación fóbica la ambivalencia entre repugnancia y horror en el principio del deseo, se expresa también en la veneración y el respeto.

 

La angustia en la raíz de lo prohibido, queda plasmada por Freud y así también lo expone Lacan en una de las referencias que toma en su seminario La angustia, a propósito de El diablo enamorado (Cazzotte, 1772) y la historia de Álvaro y Biondetta, donde se enuncia tras ¡Belcebú, te adoro!, ¿Qué quieres?

 

Ricardo Rodulfo, remarca estos y otros aspectos al enfocar las vacilaciones, además de ubicar a las fobias universales como desmarque de los lados patológicos.

 

Lecturas cruzadas en Rolla y Lowen: vida y movimiento

El psicoanalista argentino Edgardo Rolla (1910- 2001) y Alexander Lowen (1910-2010), fundador de la bioenergética, nos servirán de guías para puntualizar algunas ideas; tomaremos dos libros que confluyen en el caso de la fobia, “Personalidad fóbica”, de Rolla y “Miedo a la Vida” de Lowen.

 

Para Lowen, la idea de una sola vida que agradecer, incita el temor; aunque el sentido acepte mayormente el miedo a la muerte. Parece un sinsentido temer la vida; más aún cuando los discursos sociales van en sentido opuesto ya que nos impulsan a gozar la vida siendo sagaces y mostrando bravura: “Tú puedes”, afirma Zizek, colocando cualquier reserva sobre la existencia en las postrimerías de la adultez. Aunque se admita la normalidad de sentir miedo, rápidamente se lo interroga. Con el psicoanálisis sabemos que en el nacimiento ocurre la primera experiencia de angustia sobre la existencia, en todo caso ¿Hay una razón para temer a la vida? O vivir es lidiar con el miedo, como dice García Márquez en su autobiografía Vivir para contarla, “Así supe también la razón de mi náusea: era miedo, y no sólo a enfrentarme a mis fantasmas, sino de todo” (García Márquez, p.34. 2003)

 

En Lowen es evidente la interacción entre cuerpo, pensamiento y emociones. En sus postulados el funcionamiento libidinal queda muy reducido en términos de una explicación más holística, pues en la vida se trata de la bioenergética como motor y no de una preponderancia puramente sexual. El organismo responde y trabaja para alejar la ansiedad y debemos atender los movimientos de expansión / contracción de la tensión muscular. Su propuesta contempla una fisiología del pánico, que comanda los procesos psíquicos y somáticos, pues siempre en el vivir se arriesga el cuerpo.

 

La reacción fisiológica es visible en la fobia. En lo que sería una fenomenología de lo repulsivo o contaminante, o de donde provenga la amenaza a la libertad personal, pues la fobia para quien la padece implica una exclusiva forma de vivir. Por eso plantea “una terapia para ser” que “implica un trabajo constante de las tensiones musculares y elaborar los conflictos emocionales subyacentes con la descarga de sentimientos asociados a ellos” (Lowen, p. 190)

 

Las fobias interrumpen el curso vital en algún ámbito, lo que siempre marchaba halla un obstáculo: “podemos volvernos demasiado agresivos y contrafóbicos para esconder nuestros temores, pero ya sea que nos repleguemos o ataquemos, nuestro cuerpo seguirá manifestando el temor que sentimos” (Lowen, p. 188)

 

Lowen sostiene que en las neurosis se traduce el miedo a vivir; se trata de un temor a la autenticidad, a ser yo y, en lo fundamental, al hecho de abrirse a sí mismo y al amor es que se condensa en que vivir más y sentir más intensamente asusta… porque tememos a la vida, intentamos controlarla o dominarla (Lowen, p. 8).

 

Centrándose en la perdida del amor, como fuente de la tristeza, ira o miedo y en crítica con una versión de la terapéutica más clásica, sostiene que “Atribuir estas emociones a experiencias pasadas es una explicación histórica, no dinámica” (Lowen, p. 186). Esa pérdida de amor en el infante puede hacer que la pena persista “El niño no hace el duelo por pérdidas de este tipo porque no puede concebir un reemplazo.” (Lowen, p. 187). En psicoanálisis nos encontramos con relatos de desamparo, el imponderable de atentados psíquicos que pueden ser letales y en el caso de las fobias, algunas verdaderas rupturas con el ser y la vida, experiencias de vacío, miedo a desaparecer, a sucumbir.

 

El capítulo 1 de la segunda temporada de Sr. Iglesias[1], relata la clase inaugural del semestre, bajo la consigna de despertar el interés por continuar estudios superiores, se solicita el aporte del docente más inspirador y que da nombre a la sitcom; sin embargo, contra todo pronóstico, un estudiante queda aterrado por el porvenir y siente que no podrá continuar, afirmando que los estudios no son para él. Solamente cuando el profesor registra en sí mismo el tema de sus propias dudas y temores en los inicios de su profesionalización ambos pueden compartir una misma incertidumbre; el alumno logra relativizar su posición y se registra la falla en la estrategias de persuasión inicial.

 

 

A continuación puntualizaré algunos comentarios que incorpora Edgardo Rolla a propósito de los procesos terapéuticos de pacientes con particularidades fóbicas en su texto la Personalidad Fóbica (1970). El estudio destaca el valor de la teoría, de la polifonía de voces, lo conjetural de su aproximación instando a proponer sucesivos modelos teóricos que intentan explicar en forma distinta aquello que un sistema cerrado procura comprender en forma más rotunda y definitiva… Indica que su propuesta es, sólo una apertura de nuevas posibilidades, que puede ser objeto de variaciones y cambios a medida que la experiencia lo justifique (Rolla, p. 15).

 

El Capítulo I “Anorexia nerviosa y claustrofobia”, marca el avance de un paciente indica que en ella se trataba de “no destruir – no ser destruida” con su amor. Con ello subraya la importancia de los afectos y efectos del amor. El Capítulo II “Secuencia, comunicación y aprendizaje”, refiere un “trozo de vida” y laconstrucción de una relación” en clave kleiniana concluye sobre el paciente “puede llegar a independizarse de la dependencia de su “esfínter” y de sus “heces”, así también como de su masturbación, todos ellos en su conjunto, defensas agotadoras que se erigen contra su pasividad, su sentimiento de abandono, y de sus fantasías de ser penetrado por un padre amoroso que le constituya un sostén permanente  de su identidad, como también le reasegura ante su temor de vaciarse”. (Rolla, p. 80), el destaque en la construcción de una relación demuestra una especie de ley del otro, en cuanto al amparo, el gesto humano y humanizante que puede venir de allí, así como en un fragmento de la película Petite Mamam, la niña le dice a su padre, “No me has contado de ti, sólo detallitos, no me has dicho nada importante”. ¿Qué puede ser importante?, contesta el padre. Su pequeña hija pregunta ¿Cuándo tenías miedo, a qué le tenías miedo?. (Petite Mamam, 2021). Ese temor por la no relación, por el vacio que nos puede sumir el otro, es también el temor de vacío en el caso de algunos bebedores, la cenosilicafobia describe precisamente el temor al vaso de licor vacío; aquí se trata de una sentimiento existencial.

 

En relación al paciente con síndrome agorafóbicoclaustrofóbico en “Un sueño y un lapsus en el curso del psicoanálisis de un fóbico”, resalta como el objeto acompañante “no es ni el sujeto, ni un objeto, ni sus símbolos. Para un fóbico es una extensión de su esquema corporal, transaccional e intermediario en su contacto con el mundo, luego enlaza el tema con el fetiche, interesante reflexión que ilumina que el cuerpo se posee, a propósito Lacan en la “La Tercera” (1974/2002), nos recuerda que el cuerpo es el verdadero vínculo entre goce e imagen.

 

El apartado “La construcción de símbolos en la fobia” remite a la constelación agorafobia-claustrofobia”, con el nombre fobia sistematizada, luego de hacer alusión a los modelos kinéticos postula: “el temor más grande de un fóbico es el de quedar paralizado y corresponde con eso, el temor a una agresión incontrolada, del tipo de la excitación catatónica” (Rolla, p. 124).

 

Termina ligando el tema de la separación y la angustia de castración. Ilustra el acápite el caso de un paciente con una grave fobia sistematizada, concluyendo que en el tratamiento el paciente logra comprender que “en mi función de terapeuta, yo había estado representando, sin que él supiera que sí lo sabía, una especie de no yo corporal, partes de su propio cuerpo o de la imagen de su self, como una especie de cuidador hasta que él pudiera experimentar ciertas sensaciones, y se decidiera tomar propiedad de esas partes”. (Rolla, p. 134)

 

En “uso de los modelos mentales en el estudio de las fobias”, rescata las palabras de Mom y postula el modelo mental como esquema metodológico que brinde un soporte para las conjeturas en instancias específicas del proceso. Casi al finalizar, en “Personalidades fóbicas (primera clase)” precisa la cercanía de la fobia con la obsesión y con ello parece dar la razón a Freud y a Lacan con referencia a que el fóbico se acobarda; sostiene Rolla que en la fantasía de curación del fóbico hay “la fantasía de llegar a ser constructor de eficaces rituales y ceremoniales” (Rolla, p. 289). Concluyendo que el fóbico es en el fondo un enfermo de amor, un hambriento crónico de amor” (Rolla, p. 289).

 

 

Con Lowen y Rolla, corroboramos lo que se da en la clínica; la ambivalencia central en la neurosis, en el fóbico aparece como duda, tardanza, indecisión. Asoma también en las funciones del acompañante fóbico, del objeto fobígeno y de ciertas modalidades contrafóbicas, desde lo protector, lo erótico y lo agresivo, elementos que en función de guardianes cuidan controlan y preservan.

 

Lo nuevo como lo desconocido es una amenaza, el encuentro al fóbico lo introduce en un espacio perceptivo alarmante que se rige por el axioma de estar siempre en peligro, que puede traducirse en perderse a sí mismo, el miedo a la vida es contundente, por ello edifica murallas que en la relación con el analista toman forma en ciertas instancias del análisis, a modo de posición fóbica central al decir de Green.

Recordando una de las clases, vino a mi mente un libro y un autor del cual se habló y cuya idea de la salida exótica en la fobia me cautivó al asociarla con una paciente en su último año  de escolaridad que asistía a consulta, inicialmente del brazo de su madre y no cerraba la puerta del consultorio, luego pudo hacerlo y sólo salía a ver si estaba en la sala de espera; posteriormente a su pedido, la madre la dejaba y volvía a recogerla. Esta jovencita de cabello larguísimo como la mamá y que llevaba siempre recogido, vino tiempo después de concluir su proceso con el cabello cortó casi al ras, excepto un mechón azul a un lado del rostro con maquillaje gótico y sin su madre.

 

El autor y el libro que llamaron mi atención y no podía recordar, de repente aparecieron: Alexander Lowen y Miedo a la vida; así como el recuerdo de la biblioteca del Dr. Alberto Péndola donde lo vi. Recordé además experiencias que me compartió de su análisis con Mom en su Buenos Aires querido. Así fue perfilándose este escrito. Días después, cuando ya la clase estuvo en línea, me sorprendió no hallar esa referencia, pues la correcta era Edgardo Rolla Personalidad Fóbica, este significativo equivoco decidió la dedicatoria al entrañable Dr. Péndola

 

Dunia Samamé: Socióloga de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Psicoanalista. Profesora del Centro de Psicoterapia Psicoanalítico de Lima. Estudios en la Nueva Escuela Lacaniana (Lima-Peru).

 

Referencias

 

  1. Bataille, G. “El Erotismo” (1957) Tusquets, España, 1988.
  2. Derrida, Cómo no temblar”, en Acta Poética 30-2, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 2009.
  3. Lacan, J. (1974). “La tercera”, en Intervenciones y textos 2, Manantial. Buenos Aires, 1988, 73-113.
  4. Lowen, A (1980) Miedo a la vida. Cuerpo y mente en busca de su autenticidad y plenitud. Buenos Aires. Era Naciente.
  5. Rolla, E. (1970) Personalidad Fóbica. Kargieman, Buenos Aires.
  6. Rodulfo, R. (2018) Ensayo sobre el amor en tiempos digitales: dominios sin dueño. Paidos, Buenos Aires.
  7. [1] Mr Iglesias. Hench Kevin. 2019 (Se puede ver por Netflix)