Cuando a fines del año pasado o comienzos de este año en el comité científico decidimos el tema para esta jornada, pensé compartir algunas cuestiones de las que venimos investigando junto a un equipo de colegas de las cátedras y de instituciones públicas, en torno a la apropiación de la sexualidad genital en adolescentes que fueron abusadas sexualmente en la infancia. En las modalidades de las transferencias en juego con estas pacientes y en la actual las condiciones subjetivas y ambientales que determinan la elección de diferentes mecanismos defensivos utilizados para sobrevivir al abuso y los efectos en lo transgeneracional.
Pero en los últimos meses, a raíz de la preocupación que algunas y algunos pacientes adolescentes y algunos padres de púberes y adolescentes traían a sesión o entrevistas, en la supervisión de colegas preocupadas por situaciones similares y los encuentros con profesionales que se desempeñan en instituciones educativas y artísticas, un tema se me impuso para reflexionar junto a ustedes.
Lo que expondré son bocetos, modos de abordar los interrogantes respecto a que sucede con las experiencias sexuales en las/ los/ les adolescentes de hoy.
La experiencia de la sexualidad, experienciar la sexualidad, la sexualidad como experiencia vital. Todos estos títulos se me ocurrían para esta ponencia, respondiendo a los interrogantes que motivaron el interés por revisar algunos supuestos que hoy no lo son. O al menos no lo son en todos los casos.
¿Tener o no experiencia sexual es diferente a vivenciar, experimentar la sexualidad?
¿Tener sexo es lo mismo que experimentarlo? ¿Cuándo si, cuándo no?
¿Tener sexo implica un encuentro con un otro/a?
¿Qué es, entonces, tener sexo, sexualidad, un sexo? ¿Los niños/as tienen sexo?
¿Cuál es la relación, si la hay, entre Identidad de género, identidad sexual y elección de un partenaire sexual?
Respecto a esta última pregunta no me detendré porque a lo largo de la jornada colegas que hace años vienen investigando y trabajando sobre el tema lo van a plantear seguramente con más precisión y gran solvencia.
Un paciente de 16 años me asesoró al respecto.
P: “Entendí bien las diferencias con una YouTuber que la tiene re clara”.
A: “Bueno, ¿y cómo es esa diferencia?”
P: Mejor la vemos si querés.
Saca su celular y abre un You tube de una joven, Vicu Villanueva, cantautora feminista que explica en uno de sus videos:
- Identidad de género: Six género es cuando coinciden el sexo con el que naciste y el sexo con el cual te identificas, como te auto percibís. Trans es percibirse con un sexo que no coincide con el biológico con el que naciste.
- Identidad sexual: es por quién te sentís atraído romántica o sexualmente. Podés ser: Hetero, bi o trans sexual, gay o lesbiana.
- Inter género: géneros no binarios
- Bisexual: puede ser six y trans
- Antrosexual o Pansexual: todo el espectro de género; te atrae cualquier ser humano.
Pero luego esto se complejiza y aparecen más de 17 tipos de orientación sexual.
P: Si antes para algunos era difícil definirse, ahora tenés que hacer un curso para saber que sos y que te gusta.
A: Bueno a lo mejor no se trata de ponerle un nombre a que sos, sino percibir cómo y con quien te sentís más cómodo. Quién te atrae.
P: Por ahora sé que me atraen algunas chicas. El tema es si a ella no les atraes.
Considero que la impaciencia de algunos adultos y la premura porque sus adolescentes se definan y encasillen en una de esas u otras categorías, obtura uno de los trabajos psíquicos más saludables de la adolescencia y es el de experienciar libremente. Experienciar inaugurando su cuerpo sexuado genitalmente, a través de los trabajos puberales de registro e inscripción pictogramática de las vivencias de placer en la exploración de su propio cuerpo y el de los pares.
No se trata de definirse apresuradamente, encasillarse en un ser tal cosa o tal otra, sino permitirse experimentar, percibir cómo se siente más cómodo, registrar quien te atrae y quien no y darse permiso para ir haciéndose y, en este circular por distintas experiencias, reconociéndose en su identidad sexual. También aceptar que se puede, en este experienciar, ir cambiando.
Una adolescente que dice que a los 13 o 14 años se dio cuenta que era lesbiana porque le atraían las chicas, a los 15 se puso de novia con una compañera. Ella estaba muy enamorada, pero hace un tiempo su novia comenzó a cambiar, se cortó muy corto el cabello y finalmente ahora es trans. Y el conflicto es que la quiere un montón, pero ella estaba enamorada de una chica y ahora es un chico.
Se nos impone precisar algunos conceptos para no perdernos.
Rastremos en primer lugar el concepto de experiencia (del latín experientĭa) es una forma de conocimiento o habilidad derivados de la observación, de la participación y de la vivencia de un suceso proveniente de las cosas que suceden en la vida, es un conocimiento que se elabora colectivamente.
Experiencia, es el hecho de haber presenciado, sentido o conocido algo. En general se entiende por experiencia todo aquello que depende, directa o indirectamente, de la sensibilidad; es decir, el conjunto de contenidos que proceden de los sentidos, ya se refieran dichos contenidos a un acto cognoscitivo o a un acto vivencial (emocional).
Al respecto, entonces, tener experiencia sexual implica haber tenido algún encuentro con un partenaire. Haber participado en un acto sexual y no necesariamente haberlo vivenciado, experienciado, haber tenido sexo en condiciones de desubjetivación por efecto de sustancias alcohol drogas etc., es sexo sin vivencia o experiencia.
¿Qué nos dice al respecto el pediatra psicoanalista Winnicott? Nos dice que el jugar no sólo es universal, sino que nos acompaña durante toda la vida y que en la adolescencia el jugar es hacer, es experimentar con su propio cuerpo y con la realidad. En el hacer el adolescente se va haciendo.
Me interesó incluir la posición de un historiador de las ideas y estudioso de la Escuela de Frankfurt, Martin Jay, quien en su libro Cantos de experiencia. Variaciones modernas sobre un tema universal (2004) analiza este tema. Martin Jay sitúa a la experiencia en el punto nodal entre la subjetividad privada, lo más íntimo e inefable, y el lenguaje público, que propone a la experiencia como plausible de ser compartida en la forma de una narración. Los dos planos de la experiencia son entonces la vivencia inefable e inmediata, como proceso subjetivo que se sitúa en el campo de la vivencia y, por otra parte, la experiencia como narración dotada de sentido, como uno de los modos en que a nivel socio cultural se crean, comparten y comunican sentidos.
Es en esa dirección, en la experiencia que puede ser trasmitida entre pares y con un referente adulto idóneo, que entiendo sería efectivo el ESI.
No todos los adultos que defienden y sostienen la necesidad del ESI se refieren a lo mismo. La mayoría hace hincapié en la responsabilidad en los cuidados de protección del propio cuerpo y del compañero, en la evitación de embarazos y de enfermedades de transmisión sexual, y en el peor de los casos, como se quejaba otra paciente, “…te dicen que es Educación sexual pero te hablan de anatomía, de la menarca, del embarazo, de lo que ya estudiamos en tercer año; de sexualidad y sexo NADA…”. Muy pocos piensan en cómo trabajar con los adolescentes además de estas medidas de cuidados, que generalmente asustan más que informan y por el mismo motivo no las tienen en cuenta. Cómo se puede hablar del placer de tener experiencias, de que la sexualidad es más amplia que la genitalidad, que la incluye, pero no es todo. Cómo construir colectivamente entre adolescentes y adultos criterios no solo de cuidados sino de respeto por el propio cuerpo y el del par, las posibilidades de no tener que definirse y saber que a lo largo de la adolescencia podrán cambiar. Los diferentes modos de la seducción y juegos de la sexualidad, que nada tienen que ver con el sometimiento y/o la violencia. Abrir y permitir el debate necesario respecto a los modos binarios del género y las identidades sexuales.
Considero que la aceleración del tiempo que caracteriza nuestra época, la inmediatez de la información, y su acceso ilimitado, la velocidad de las comunicaciones, son obstáculos al desarrollo de la experiencia. Para recuperar y revalorizar la experiencia, es necesario acceder a una temporalidad diferente en que el experienciar tenga lugar.
Freud, S. introduce el prototipo de experiencia o vivencia de satisfacción en el Proyecto de Psicología y luego lo retomara en el capítulo VII de La interpretación de los sueños. Esta experiencia de satisfacción es el prototipo de vivencia sexual. Esa vivencia de satisfacción, inaugural del psiquismo, es el comienzo del deseo. Deseo y psiquismo se originan en la misma experiencia sexual. Como aporta Silvia Bleichmar, la función materna -hoy ya esta designación no se sostiene- es no sólo narcisizar, sino también sexualizar al bebé al inaugurar la experiencia de placer.
Winnicott plantea que el espacio psíquico transicional, la zona intermedia de la experiencia, aquella donde vivimos, es el nido y nudo de la creación y de las producciones culturales, el lugar para la salud. Las cosas pueden funcionar bien, dice, cuando en la relación sexual ambas personas tienen una experiencia creativa. O sea, los juegos sexuales se dan en la superposición de las zonas de juego de los/las integrantes de la pareja.
En un texto no tan conocido denominado “La juventud no dormirá”, escrito en 1964 en respuesta a Cuentos de Invierno, en el que Shakespeare manifestaba: “[…] Desearía que no hubiese edad intermedia entre los 16 y 23 años o que la juventud durmiera hasta hartarse, porque nada hay entre esas edades como no sea dejar embarazadas a las chicas, agraviar a los ancianos, robar y pelear […]”, Wiinnicott nos advierte: “[…] Quienes no comprenden -como lo hizo Shakespeare- que aquí interviene el factor tiempo, reaccionan de un modo nocivo. En verdad, la mayor parte de la alharaca proviene de individuos incapaces de tolerar la idea de dejar que el tiempo resuelva el problema, en vez de recurrir a una acción inmediata. Lo que infunde esperanzas es la capacidad de la inmensa mayoría de los adolescentes para tolerar su propia posición de “no saber hacia dónde ir”. Esos jóvenes idean toda clase de actividades para hacer frente al aquí y ahora, mientras cada uno aguarda el momento en que adquirirá el sentido de existir como una unidad. Si observamos cómo juegan los niños percibiremos que convertirse en un individuo y disfrutar la experiencia de la autonomía plena es de por sí un acto violento […]”.
Hasta aca Winnicott.
En otra sesión, el paciente de 16 años al que antes hice referencia, relata que fue a una fiesta y había una chica que lo miraba insistentemente. El la miró y “estaba buena” pero no se animó a nada porque no sabía si lo estaba probando para escracharlo como le pasó a un compañero. Después, “se lo comió” una “piba” que ya lo conocía del colegio, que a él no le gusta para nada, pero era segura. Para los/as adolescentes “comerse” o “ser comido” se refiere a besarse o ser besado
Otra paciente de 17 años que dice que no ha tenido experiencia sexual, solo se “comió” a algunos pibes, pero nada. Defensora del ESI en su escuela, que es religiosa, relata que allí también escracharon a tres chicas, subiendo fotos íntimas a las redes, las cuales vio todo el colegio, fotos que ellas habían sacado con sus supuestos novios.
Los padres de un púber relatan en una entrevista la preocupación por su hijo que está en 5to año y a quien, por defender a un amigo al cual escracharon como abusador por algo que dijo una novia de cuando tenían 15 años, las “femipatrullas” no le permitían asistir a su fiesta de egresados. Esto mismo comentaban colegas en supervisiones o conversaciones en las escuelas.
Experienciar implica la agresividad necesaria para actuar, para acercarse y encarar al otro, otra, otre. Si los/as adolescentes temen al escrache, se inhibe el tener experiencias.
Ya el cuco no es el Sida, ni siquiera el embarazo, el cuco es el miedo a ser escrachadas cuando suben a las redes fotos sacadas en un encuentro íntimo y sufren todo tipo de maltrato e insultos por varones machirulos pero también por compañeras que responden a la cultura patriarcal y las discriminan o atacan.
O cuando, porque alguien dijo que la besó sin permiso o siendo novios la acarició, es escrachado como abusador, violador, o se le impide acceder a su fiesta y viaje de egresados.
Reciben unas y otros intimidaciones y amenazas personales, en carteles pegados en las escuelas y en las redes.
El psicoanalista Marcelo Checchia, se inclina a pensar que el sexo se ha convertido en una obligación para los adolescentes de hoy. Entre otras razones, interpreta que ello se debe a que vivimos en una cultura que nos incita a la búsqueda de goce en todas las esferas de nuestra vida. El consumo se ha tornado una práctica esencial para mantener el sistema económico social y a partir de ello devino también un medio de goce. El sexo, así como las relaciones afectivas, se transformó en una nueva vía de incitación al consumo.
Esto que plantea Checchia se puede observar en los rituales que la sociedad liberal y consumista les va imponiendo a los adolescentes y sus familias como, entre otras cosas las fiestas de egresados, disfraces que en su mayoría consisten en corpiños bordados con lentejuelas, mini shorts y shorts para los varones; los días y horarios que los boliches les imponen para la fiesta, a lo que se agrega el bar con canilla libre y pizza para la previa; el partybus, boliche con barra ambulante que los lleva del bar de la previa al boliche de la fiesta. Muchas veces terminan tan consumidos por el consumo indiscriminado de alcohol y sustancias que ni siquiera llegan a poder entrar al boliche donde es la fiesta. Si bien esto sucede, seria para seguir pensando si hoy el sexo es una obligación para las y los adolescentes.
Frente a esta presión del medio las/ los/ les adolescentes, o se someten, cumpliendo religiosamente con todos los ritos, o, los que no comparten ese tipo de festejo, como dicen “No les cabe”, quedan aislados o encuentran pares con quienes agruparse en colectivos que levantan otro tipo de banderas e ideales.
Un personaje mediático, bastante siniestro, denomina “ideología de género”, planteando que es el demonio de la izquierda encubierta que, a la manera de sectas fundamentalistas, captan a chicas confundiéndolas con la idea de feminismo, y por tanto este periodista fomenta, apoya a las y los “pro vidas” que se infiltran en actos y marchas e, incluso, entran a escuelas donde se enteran que tienen clase de ESI a generar disturbios e insultar a los que están dando la clase.
En medio de esta batalla observamos una polaridad entre tener sexo muy tempranamente, sin los cuidados necesarios, especialmente en las provincias más represivas y que no permiten la Educación sexual integral en las escuelas, y una inhibición muy significativa en los encuentros amorosos y sexuales de adolescentes de todos los géneros y sexos en los que prima la racionalización y el debate de ideas, pero donde vemos una inhibición para tener experiencias sexuales; especialmente en los six, o sea, en quienes se perciben con el sexo biológico que nacieron y se reconocen heterosexuales.
Si incluimos, para complejizar la cuestión, el enamoramiento, la afectividad, encontramos algunos desarrollos muy interesantes como el que propone Rodulfo en su texto El amor en tiempos digitales respecto al deseo de dominio. o en investigaciones como El romance adolescente. Un análisis sociológico de la política afectivosexual. Allí se plantea: “[…] Así pues, la política afectivosexual se define en esta investigación como el «conjunto de principios, mediados por el poder, relativos a las relaciones afectivosexuales, que se concretan en cuatro dimensiones relacionales: género, sexualidad, afectividad y cuerpo» […]” (Venegas, 2011) La tesis de partida de la investigación es que clase social, género y etnia establecen los parámetros estructurales de la política afectivosexual adolescente que delimitan los modelos de masculinidad y feminidad existentes en ella. Coinciden con lo planteado por Leticia Glocer Fiorini en el texto “La investigación sexual en la adolescencia, hoy”. La cito: “[…] En este sentido, podemos decir que no se puede analizar la adolescencia como una unidad totalizante. Se hace necesario ubicar las problemáticas en un contexto sociocultural (étnico, religioso, de clases sociales), en culturas específicas con costumbres y mandatos particulares y en subculturas grupales que se vinculan ya sea a través de músicas específicas, de tatuajes, vestimentas, peinados, etc. específicos para cada grupo. Esto coexiste en relaciones complejas con el despertar del deseo, con el empuje pulsional. Es en este contexto que se produce la investigación sexual en la adolescencia, contexto en el que la salida exogámica se juega, en ocasiones, a través de relaciones con personajes virtuales que pueden eventualmente representar un valor simbólico. En estos casos el cuerpo real no está presente o, en términos estrictos, sí lo está pero con otras formas de presencia en las que la imagen virtual cobra una fuerte pregnancia. Se trata de investigar esa paradoja: cuerpos virtuales que a la vez están hiperpresentes. Y respecto a la identidad nos dice que paradójicamente es trangenérica. Podemos señalar que las ambigüedades sexuales son ejemplos que generan ansiedades en el entorno y un intento de normalizar estas presentaciones. Para ello, hay que recordar la movilidad de las identificaciones, la bisexualidad fantasmática, las dudas sobre la propia identidad y sexualidad, los intentos de correr los límites de las determinaciones de género. Son ejemplos los fenómenos de androginia, las sexualidades cambiantes, la moda unisex, las transexualidades en un sentido amplio. Estos fenómenos que podemos considerarlos como presentaciones porque exaltan el aspecto visual, imaginario de las mismas, pueden ser interpretados como búsquedas que siguen el camino de la investigación sexual infantil y luego de la adolescencia […]”.
Coincido y retomo entonces lo que plantee al comienzo de la ponencia. La multiplicidad de adolescentes y adolescencias requieren por parte de los adultos, padres, docentes, psicoanalistas o los mismos pares, que intentan encajarlos, encasillarlos en un ser, la libertad para tener experiencias subjetivantes, en la medida que les permitan vivenciarlas en los tiempos que cada uno necesite.
La figura del escrache que surge con los genocidas del proceso que no habían sido juzgados, como respuesta popular para decirles a los vecinos “Miren qué hizo este señor que vive aquí: torturo, asesino adolescentes jóvenes, mujeres embarazadas, robo bebes etc.”, nada tiene que ver con estas adolescentes escrachadas porque tuvieron experiencias sexuales y son difamadas en las redes con insultos de todo tipo, respondiendo a la ideología de la sociedad machista y patriarcal, ni con estos adolescentes que hace 3 o 4 años, en otro contexto, besaron o acariciaron a sus novias y son escrachados como violadores. Obviamente, si tuvieron una conducta abusiva y sometieron por la fuerza a su partenaire, deberán ser en todo caso denunciados y juzgados, pero no escrachados y perseguidos por las femipatrullas que incitan a denunciar, sin tener motivos comprobados para ello y haciendo justicia por mano propia.
Para concluir tomé prestado de Lorena Baqués, Lic. en Comunicación Social, una analogía que me pareció excelente, relacionando la noción de aventura con el concepto de experiencia: “[…] 1. La situación de aventura y la condición de aventurero se revelan a un mismo tiempo. No hay un camino predeterminado que asegure la aventura, y el aventurero no es anterior a la situación de aventura, sino que surge junto con ella. 2. La aventura supone una participación activa y consciente por parte del aventurero. 3. La imaginación del aventurero es una parte fundamental de la aventura […]”[2].
Romper con lo binario y con el sometimiento de siglos de la mujer es un proceso que genera por momentos excesos y reacciones violentas: las feministas llamadas izquierdistas “feminazis” por los defensores a ultranza de la continuidad del sistema patriarcal, y las que consideran a los varones heterosexuales potenciales abusadores organizándose en “femipatrullas” a la caza de supuestos abusadores, no ayudan a la libertad de experienciar la sexualidad respetando siempre la libertad del otro/ otra/ otre para decir No.
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Adriana Noemi Franco: Licenciada Especialista en Prevención y Asistencia Psicológica en Infancia y Niñez (U.B.A.). Prof. Adjunta Regular a cargo de Clínica de Niños y Adolescentes. Fac. de Psicología U.B.A. Doctoranda Facultad de Psicología. UBA. Coordinadora Académica y Profesora en la Carrera de Especialidad. Postgrado. Fac. de Psicología U.B.A. Co-directora de las investigaciones Clínicas UBACYT 2011-2013: Apropiación subjetiva de la sexualidad genital en adolescentes que han sido abusados sexualmente en la infancia., y 2013-2015: Modalidades de las transferencias de pacientes adolescentes que han sido abusados sexualmente en la infancia. Directora Investigación clínica UBACyT 2018-2019. Profesora Titular de Seminario: “Desarrollo del Psiquismo temprano, normal y patológico”, en Carrera de Especialización en Evaluación y Diagnóstico Psicológico; Facultad de Psicología; Universidad Nacional de La Plata. Profesora invitada a la Jornada: “La Problemática de la violencia en la infancia y adolescencia. Su abordaje en la clínica”, y declarada Huésped de Honor; Fac. de Psicología; Universidad Nacional de Rosario. Profesora invitada por Proyecto CAVAS en Facultad de Psicología; Universidad Federal de Minas Geraes. Brasil. Ex Supervisora de Equipos de Salud Mental de Niños y Adolescentes en varios Hospitales y Centros de Salud de C.A.B.A. y Gran Bs. As. Supervisora del Programa de Extensión de la Fac. de Psicología U.B.A., en convenio con Gabinetes dependientes de Dirección de Escuela Especial del Gobierno de la Ciudad de Bs. As. (Directora: Marisa Punta Rodulfo). Autora de varios trabajos sobre Pubertad Adolescencia y Abuso sexual publicados en Actualidad Psicológica, Revista Generaciones, en el Libro “Ecos del Silencio”, entre otros, y en la página Web de la Cátedra. Co-Autora de Trabajos publicados en Anuarios de Investigaciones XIX, XX y XXI del Instituto de Investigaciones de la Fac. de Psicología U.B.A. adrifrancopsi@gmail.com
[1] Este trabajo fue presentado en el marco de las XXI Jornada de Niñez y Adolescencia que tiene lugar cada año en la Facultad de Psicología de la UBA.
[2] Experiencia, lenguaje y comunicación en Thomas Bernhard – SciELO www.scielo.org.mx/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0185..