Es posible hacer buena letra psicoanalítica y empezar este fairy tale más o menos así: este libro (Clínica psicoanalítica en niños y adolescentes. Una introducción) nace de una demanda, cuando se nos propone hacer un texto de psicopatología infanto-juvenil (texto que anda haciendo falta), que de hecho actuó como catalizador de un deseo de escribir más abarcativamente la propia experiencia, experiencia que ya cubre unos veinte años (y cabe pensar que este paso atrás que es la puesta en escritura, viene también a preservar lo que de esa experiencia no es escribible ni formalizable, los límites que un analista debe respetar).
Una articulación así suena muy clara, pero enseguida uno tiene que proceder a enturbiarla. Hubo otros catalizadores y otras corrientes libidinales que vienen a parar aquí. Pero quizás ninguna tan decisiva como el período 84-85; siendo profesores en ese momento tan rico, efervescente y de pasionalidad en su exacto cenit en que se jugaba reconstruir una carrera humillada y devastada por la dictadura militar. Evocamos una escena que hay que suponer es una de las que funciona en la diseminación de sensaciones y marcas del acontecimiento que florecen en la decisión de escribir un libro: los primeros exámenes finales que tomamos, agosto de 1984, no pocos estudiantes se recibían esa mañana, era la última materia pero a la vez eran los primeros finales con un gobierno constitucional, eso se sentía, se había hablado incluso, muy emotivamente, muy angustiosamente, en la clase teórica de cierre; cuando todos terminamos el crescendo que venía avanzando, a propósito de cada uno que salía recibido pero no sólo por eso, explotó en un aplauso incontenible, tal que era como la primera vez que uno asistiera a eso: un aplauso. De nuevo: en lo imaginario se inscribía como “para” nosotros, los ayudantes y profesores de la cátedra de Clínica de Niños y Adolescentes, en rigor, se habría a devenir aplauso para todos, más allá del aplauso, dirigido en última instancia a la insistencia en vivir.
Seguramente podríamos desmontar toda una tapicería de flujos y cortes vitales que evoca lo que en el último capítulo se caracteriza como un extraer y dejar marcas. El caso es que hubo cruce entre una propuesta editorial y una coyuntura docente (en la que toman su lugar, también, las experiencias como cátedra de Psicopatología Infanto-Juvenil en la Universidad del Salvador). Y esto destina nuestro texto, en particular, lo que no quiere decir únicamente, a los estudiantes y colegas más jóvenes. El material se amasó con ellos por partida doble, alumnos y pacientes. Por lo tanto hemos cuidado muy en especial –y esto para nosotros hace no sólo a razones didácticas o de táctica expositiva, básicamente pone en juego una dimensión ética- que sea una obra de lectura accesible, queremos decir no demasiado abrumada por tecnicismos. Esto determina, por ejemplo, (pero no únicamente), la ausencia de fórmulas de “pizarrón” más o menos idealizadas hoy. Es que en tanto no les encontramos valor de cálculo no vislumbramos cual pueda ser su utilidad, más allá de la plástica y de abreviatura que comparten con tópicas más toscas (más toscas pero no más engañosas pues nos parece infundado suponer que en PSA tales letras eviten efectivas ambigüedades y efectos de equívoco). Y nos interesa muy decisivamente mantenernos en el plano del concepto encarnado en la clínica. Hay que decirlo: no ha sido un a priori nuestro. Más tiene que ver con la evaluación repetida de lo que pensamos cabe designar como efectos de iatrogenia en la formación de los futuros analistas, bloqueo prematuro de sus potencialidades para jugar con un ir teorizando. Y ésta no es una expresión casual. Homóloga del “playing” en Winnicott, quiere oponerse al hecho corriente de la introducción violenta y aplanadora sobre una subjetividad en trámite por parte de “la” teoría. Por otro lado creemos que lo esencial de las conceptualizaciones de un psicoanalista como Lacan, lo viviente de cuyas huellas no cesa de respirar en nuestro libro, no consiste en los supuestos “matemas” y en la “cientificidad”, que con excesiva confianza se descuenta que traerían. En realidad, mucho peor que un matema liso y llano es un mitema disfrazado de matema, al servicio, para colmo, de una transmisión, inútilmente elitista (inútilmente, decimos, en tanto nada alienta a pensar que concurra a un salto en la extensión de nuestros conocimientos y/o en la eficacia de nuestra práctica). Y si de élites se tratase, ¿por qué ir a elegir la del falso self?
Del mismo modo, se advertirá que aparentemente no nos ocupamos de tomar partido en la polémica actual entre “interpretacionistas” e “intervencionistas”. En rigor, la omisión es sólo aquello, una apariencia, los que leen pueden por sí solos descubrir que para nosotros no se trata de una disyunción exclusiva, que en nuestra práctica, de la cual el texto abunda en fragmentos, recurrimos tanto a interpretaciones como a intervenciones (aproximadamente como cualesquier otro colega) y que tal alternativa nos parece una opción falsa que más tiene que ver con hechos de política psicoanalítica que con cuestiones propiamente teóricas.
A poco de dejar librada a sus transformaciones espontáneas la idea de punto de partida fue tomando la siguiente forma: la posibilidad de una serie de libros que fueran acotando campos de la psicopatología en el niño y en el adolescente junto a la consideración clínica del trabajo psicoanalítico sobre ella, serie de la cual éste se imagina como primer tomo. Nos pareció entonces pertinente comenzar con una cierta visión de conjunto, que diera cuenta de nuestra posición en cuanto al “estado de la cuestión” al día de hoy. Tal visión de conjunto no se pretende una totalización (de la cual no disponemos) sino como la presentación de un complejo abanico de horizontes y problemas, para la cual tomamos como base material los escritos presentados por cada uno de nosotros al concurso de la cátedra a la cual ya hicimos referencia. Y con esto estamos señalando un nuevo cruce: el hecho del concurso y el esfuerzo de escritura que implicaba, e inclusive, el tema que se propuso, con el deseo de hacer un libro.
En este orden de cosas tal, nuestro texto se sitúa, creemos que inequívocamente, en lo que se ha dado en llamar extensión del PSA, extensión respecto a sus dominios clásicos. Aquí esta extensión, se juega en una doble dirección que es difícil pero ineludible realizar simultáneamente, en cuanto a la edad de los sujetos, la vertiente extensión en cuanto a la psicopatología, la que es formulable como “estructural”. Resultará claro, esperamos, nuestro propósito de no reducir a la otra ninguna de las dos. No hablemos de respuestas: solamente más o menos sostener la complejidad de la intrincación entre lo sincrónico y lo diacrónico (y eso no sólo en un libro, es aún mucho más difícil en el consultorio de uno) fue haciendo a lo largo de todos estos años a nuestra posición, anudamiento de diferencia en la fecundidad nuevamente de cruces ahora en el plano teórico. Un ejemplo concreto de tales cruces es la asimilación del jugar a una práctica significante, con lo que entendemos que tanto la teoría del jugar como la teoría del significante salen ganando, en la medida, para tomar sólo un aspecto, en que la primera se enriquece con consideraciones de tipo estructural así como la segunda se beneficia de no verse reducida a un formalismo logocéntrico. De manera que el que aquí busque verse confirmado en una “pureza” cualesquiera saldrá desencantado. Hay exclusiones en nuestro texto, o en la operación teórica y epistemológica que lo posibilita y fundamenta, claro está, exclusiones indispensables a la construcción de una posición propia que sin ellas no sería acotable. Pero el principio fundamental ha sido el de capitalizar la riqueza de la intertextualidad analítica, así como la de los múltiples campos de trabajo que el PSA ha ido generando en el trabajo histórico de su propia diferencia, riqueza de experiencias intensas y polimorfas (¡la teoría psicoanalítica, por fin, considerada como un cuerpo perverso polimorfo que se niega o resiste una centración a priori!) que se llaman, por ejemplo, Freud, Melanie Klein, Lacan, Lefort, Tosquelles, Winnicott, Sami-Ali… Tal confluencia, en nuestra propia historia como psicoanalistas nació como gesto clínico, en respuesta a un apuro clínico, a puntos de atolladero indiferentes a la soberbia de las fidelidades bibliográficas. Gesto clínico que, por otra parte, apunta hacia una cuestión tan urgentemente necesitada de debate y mayor esclarecimiento a la vez que tan curiosamente “olvidada” en el PSA argentino. Nos referimos a la de los criterios de verificación en lo que hace a nuestro trabajo cotidiano.
Este libro es, también, la historia de una experiencia en común, también parte de la vida común de una pareja. En tanto tal no siempre es posible (ni demasiado necesario) deslindar qué idea pertenece en su emergencia a uno o a otro de nosotros dos, (por eso respetamos repeticiones diferenciales que se producen aquí y allá en el texto), pero es cierto que hay acentuaciones, direcciones de trabajo particularizadas en un decurso que, por lo demás, sigue afortunadamente abierto.
Marisa Rodulfo. ( Aqui puedes consultar la biografia de la Dra Punta Rodulfo)
Ricardo Rodulfo. ( En este link puedes ver la biografia del Dr Rodulfo)
El origen del texto fue el concurso de Cínica de Niños y Adolescentes que en 1985 llevó a los Dres. Marisa y Ricardo Rodulfo a la Facultad de Psicología de la Universidad de Buenos Aires, en los albores del retorno a la democracia en nuestro país y en el ámbito académico. Ponderado por el jurado (Dres. María Lucila Pelento, Julio Marotta y María Sirlin) resulta llamativo, en el contexto histórico que surge, fuertemente alineado con el estructuralismo y con el logocentrismo, la toma de posición personal de los autores que se desmarcan de cualquier línea para producir un texto novedoso y clínico que propone el jugar como motivo más propio de una subjetividad .
En esos años el texto trajo aire fresco. Tuvo el mérito propiciar la liberación del pensamiento analítico que había permanecido, por un largo período, encorsetado y limitado a confirmar inercialmente los postulados y las intervenciones vertidas en historiales clínicos clásicos y la identidad de un psicoanálisis que se pretendía hegemónicamente Uno, divorciado de una reflexión clínica y teórica más viva y audaz.
Los desarrollos teórico-clínicos que pueblan sus páginas, por el contrario, son testimonio de un intento de articulación singular, de injerto dirán, de Lacan en Winnicott y viceversa. Se enriquecen mutuamente y se suplementan con los pensamientos de otros autores como Aulagnier, Tustin, Doltó, Tosquelles, Lefort, y Sami Ali entre otros, cada vez que la clínica lo requiere.
No obstante, el libro se pronuncia sobre algunas cuestiones cruciales tomando distancia de aquellos.
La consideración de la actividad del niño de extraer significantes, de arrancar elementos del mito para construirse a sí mismo (“de darse un cuerpo, un lugar para vivir y una sexualidad”) como un bricoleur jugando, lo aleja del retrato delineado por los estructuralistas: el de un sujeto pasivizado, centrado y reactivo al campo del Otro.
El énfasis en el jugar como práctica significante, como actividad no aprendida ni derivada de ninguna pulsión, la idea del niño como máquina de jugar , máquina en sentido deleuziana , capaz de generar efectos impredecibles desde la estructura recorre todo el texto .
Por otra parte, la pregunta por el lugar donde viven los niños (y los adolescentes), pregunta capital en el trabajo de diagnóstico, pone la lupa sobre el medio no entendido a la manera sociológica ó culturalista, sino como conglomerado viviente de archivos míticos, como aire necesario para la vida psíquica, que sólo en condiciones patológicas funciona como un conjunto de significaciones fijas e inmovilizantes que se repetirá sin diferencias, ciega y fatalmente.
La inclusión de lo mítico dentro de la primera serie de las complementarias, es otro más de los aportes originales de los autores que anuncia su reconceptualización posterior como series suplementarias. En la misma dirección la equivalencia familiar como primario y social ó no familiar como secundario, comienza a ser desmontada en lo que tiene de jerárquico
La distinción entre condiciones suficientes y condiciones necesarias en la constitución subjetiva abona la concepción de un sujeto activo que, apoyado en las funciones y en el medio entendido de manera amplia, se constituye en “difiriencia”, concepto al que los autores se aproximan ya desde distintas vertientes, sin mencionarlo explícitamente.
Sostienen y refuerzan la concepción de psiquismo abierto al acontecimiento asimismo cuando insisten en considerar en forma simultánea, en toda estructuración saludable como patológica, los ejes diacrónicos y sincrónicos. Esta instancia en anudar lo actual con la estructura les impide caer tanto en una concepción de un sujeto a histórico (sea este instintivista ó mentalista) como en un cronología evolutiva.
El diagnóstico , apartado como etiqueta, sino abierto a pensar en qué trabajo psíquico se encuentra el niño ó el adolescente por el que se consulta y qué vicisitudes lo singularizan marca un hito de la posición de los doctores Rodulfo que aún los caracteriza , de manera que es imprescindible que el texto se extienda sobre los trabajos de constitución subjetiva.
Con la claridad expositiva que la caracteriza, Marisa Rodulfo detalla esos trabajos, y da cuenta e investiga desde su vasta clínica sus inflexiones psicopatológicas. Cada uno de estos apartados culmina con indicaciones técnicas precisas que orientan el trabajo con bebés, infantes, niños y adolescentes.
No obstante, como bien se señala en el prólogo escrito 20 años después de su publicación, atravesado ya su pensamiento y la práctica teórico clínica por la experiencia de Derrida ni lo edípico ni lo pulsional detentan en la subjetivación el lugar que le asignan en este escrito.
Como buen fermento muchas de las ideas que se encuentran en los capítulos de este libro, modesto en su extensión primera, crecieron y se complejizaron. El interés de la Dra.- Marisa Rodulfo por la gráfica, la insistencia en su la autonomía semiótica, su carácter no reductible al lenguaje culminará en su tesis sobre el dibujar, magistralmente expuesta en El niño del dibujo.
Por su parte, en El niño y el significante se profundizan y despliegan los desarrollos de Ricardo Rodulfo sobre las funciones tempranas del jugar.
A más de 25 años de su publicación y aunque sus autores hayan tomado distancia de algunos de sus motivos, Clínica psicoanalítica en niños y adolescentes mantiene su empuje vibrante y constituye una invitación a ejercitar un pensamiento y una práctica analítica rigurosos y a su vez resistentes a cualquier orden disciplinario.
Fabiana Tomei