por Ricardo Rodulfo
La larga irrupción en oleadas de una crítica profundísima que fue llevando, en primer lugar, a una revisión total de la condición femenina y, más allá de ello, a una deconstrucción radical de la heteronormalidad psicoanalítica, además de social, no ha dejado disciplina alguna en ciencias humanas sin atravesar y sin interrogar distintos sistemas teóricos sacudiendo su sueño apacible, el del psicoanálisis en primer lugar.
En el caso del psicoanálisis fue la primera vez que conmovió sísmicamente su configuración una mutación del pensamiento cargada de lo político, de una renovación políticamente desencadenada. Después de la irrupción del feminismo, el psicoanálisis no podía seguir siendo igual, aunque muchos psicoanalistas lo pretendieran y trataran de ignorar aquella larga tempestad. Este movimiento se llevó puesto el culto psicoanalítico a la castración y a la falta, al dejarlo sin la figura de la mujer como encarnación de aquellos motivos. No hace falta que ahora nos extendamos en una consideración de cómo esto se extendió más allá de la mujer, gravitando sobre la problemática homosexual, etc, etc.
Aunque aún esta tarea no esté terminada y el patriarcado siga gozando de suficiente buena salud, aun acosado y debilitado como esta, me parece que no es mala hora para ciertas anticipaciones necesarias.
Los evidentes progresos y transformaciones originadas en el feminismo dejan sin tocar una cuestión que a la larga saldrá en primer plano: la de dejar atrás las problemáticas de género como eje clave para pensar la subjetividad humana, lo cual es como dejar atrás también el problema principal del psicoanálisis, que es el de haber atado la problemática del ser a la problemática sexual, haciendo siempre depender la primera de la segunda. Más allá de cambios teóricos positivos y de prácticas sociales transformadoras, se mantuvo invariable el lazo entre los procesos de subjetivación, la identidad resultante de ellos y el imperio de la teoría de la líbido, con todos sus cambios a lo largo del tiempo.
De una manera al pasar, Foucault hizo alusión a este punto en su Historia de la sexualidad (Tomo I) . Nunca se desató el pensamiento de ese postulado primerísimo del psicoanálisis en cuanto a la dependencia que la evolución de la sexualidad generaría sobre la evolución del psiquismo.
Este es un punto que Rita Segato ha sabido enfocar muy claramente, embozando la posibilidad de no confundir la liberación del patriarcado con el liberarnos de tener que hacer pasar todo por el terreno del género, y que siempre en el fondo “mujer” y “hombre” permanezcan como células elementales de referencia, lo que también es fácil advertir en la vida cotidiana, cada vez que se le imputa a alguien su identidad de género para justificar tal o cual efecto o virtud o que se hipostasia una supuesta condición de género en la que se basaría lo esencial del estilo de alguien para escribir novelas o componer sinfonías, suponiendo siempre rasgos esenciales de género que impregnarían toda práctica. Es decir que falta un gesto radical de prescindir de la atribución de femineidad o de masculinidad, de homosexualidad o de heterosexualidad, de bisexualidad o de transexualidad, para pensar en cómo se realizan las más distintas actividades culturales, aun las más sencillas, como cuando un chef es evaluado con la lente de si es varón o mujer, etc, etc.
Esto no quiere decir que de allí en adelante toda referencia al género fuera irrelevante; sí quiere decir que consideramos indispensable no convertir en una referencia universal que creamos encontrar por todas partes y que nunca carecería de poder explicativo. No haría falta decir, creo, que tal postulación es heredera estricta del sistema patriarcal y que este no se termina de deshacer si la mantenemos intacta. En todo caso disfrutaremos de un patriarcalismo “con rostro humano” suavizado en sus crueldades e intemperancias, amable con los cambios siempre y cuando respeten su armadura principal: el patriarcado no solo consiste en que el patriarca mande, consiste también y más en que el universo sociocultural sea gobernado por categorías de género desde las más conservadoras hasta las más suavizadas.
Este es un problema en el que vemos naufragar muchas veces a valientes militantes que abogan por una revolución de género, pero no advierten que absolutamente todo lo refieren a él, lo cual fatalmente desemboca en fundamentalismos retrógrados y dogmáticos.
Descargá la versión en pdf de “Cómo librarse del género” de Ricardo Rodulfo
Ésta obra está registrada bajo la licencia de Creative Commons:
Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual
CC BY-NC-S