El libro La Clínica del niño y su interior –un estudio en detalle- se propone trazar los lineamientos generales tanto de la clínica con niños y adolescentes como los de la psicopatología que caracteriza a cada uno de los pacientes implicados. Sus contenidos privilegiando la forma clínica hacen un estudio de las diversas formas de producción inconsciente, tanto del paciente niño como del adolescente. Se desarrollan dos largos historiales, así como fragmentos de otros. Incluye un extenso trabajo pericial en Derechos Humanos acerca de los niños desaparecidos víctimas de la última dictadura genocida en Argentina El conjunto incluye capítulos dedicados al autismo y al ADD/ADHD.
La presentacion del libro ha contado con la coordinación de Graciela Manrique y la participación de Rubén Efron, María Cristina Rother Hornstein y Maren Ulriksen de Viñar.
¿Qué es hacer un prólogo?
¿Presentar un libro? ¿dar cuenta de su forma, de su contenido, de lo que se propone decir, transmitir? Es decir ¿plantearse la tarea como la de una traducción? O bien ¿podría ser ofrecer un testimonio, el de un lector en singular, esto es ofrecer un nuevo texto suscitado por la lectura? Tendría entonces dos textos que ofrecer. Veremos como se articulan. Más que dar información acerca del contenido o incluso de su forma, voy a estar atenta a subrayar los valores que encontré en la lectura, y el eco que tuvo en mí. Me gusta empezar este comentario evocando la palabra de Jacques Derrida en ese intercambio intelectual modelo que es su conversación con E. Roudinesco:
“ Siempre me reconocí … en la figura del heredero … el heredero debe responder a una asignación contradictoria: primero hay que saber y saber reafirmar “lo que viene antes de nosotros”, que recibimos incluso antes de elegirlo, y comportarnos al respecto como sujetos libres … no solo aceptar dicha herencia, sino reactivarla y mantenerla con vida … escoger conservarla en vida”.
Estas palabras de Derrida describen bien la actitud de Marisa al escribir este libro.
Marisa Rodulfo – mi amiga Marisa – es una muy buena investigadora. Prosigue en este libro una investigación de la que ya dio valioso testimonio en su libro anterior: “El niño del dibujo”. Y es una investigadora honesta con todo lo que esto dice: se compromete, se atreve a “errar” en el sentido que Octave Mannoni lo sostiene: salir a andar por caminos no siempre premeditados, no siempre ya trazados; pero sigue una pista, o se decide a trazarla,”errando” – expuesta pero también dispuesta – a “errar”, en el sentido de cometer ”errores” , de formular sentidos o preguntas que no están convalidadas por lo ya dicho. Marisa sigue investigando, con la dosis de tozudez que ello necesita, y con una honestidad que también implica valentía, avanza en su práctica de psicoanálisis con niños, buscando mas allá de lo que ya conoce, sin des-conocer su saber previo. Avanza en un terreno definido por sus sólidas convicciones en los fundamentos del psicoanálisis que la sostienen, y con un ímpetu firme y curioso atiende a sus certezas como a sus incertidumbres. Se deja interrogar por los enigmas que le plantean las difíciles regiones de la subjetividad en las que se aventura. La guía un interés genuino por el niño que acude a la consulta en los tropiezos del proceso de constituirse como humano, donde el lugar del otro es esencial, pero sobre todo el lugar que tenga en el otro. Tránsito riesgoso que quizá no llegue nunca a su término, o cuyo término- ya nos lo enseñó Freud y es bueno recordarlo- nunca es asegurado definitivamente. El sujeto humano – y el niño en particular – está siempre expuesto al sufrimiento y al fracaso, a veces estrepitoso, otras veces oscuro y tórpido. Su fragilidad constitutiva, amenazado de des- estructuración, es fuente sin embargo de sorprendentes derivaciones creativas. Impedido a menudo de poder alcanzar una vida rica en descubrimientos y con capacidad para soportar creativamente los altibajos que la condición humana conlleva por sí misma, y por lo que su historia le depare, es también capaz de creaciones y Marisa está atenta a la necesidad de cuidarlas, de promoverlas, de remover los obstáculos que las traban. Es en esta línea que sus observaciones minuciosas sobre el dibujar ofrecen un interés especial abriendo la puerta a posibilidades de profundizar la investigación sobre el arte. Tomando posición entonces, Marisa aborda temas fundamentales: Para una aventura con estos riesgos hay que salir pertrechada y atenta: provista de todos los elementos de los que pueda disponer para lanzarse con pie firme a conocer más allá de lo que ya sabe. Con sus lecturas, que son amplias y profundas, con su experiencia clínica, y con el suelo que le provee la experiencia personal del análisis. Afirma esta postura como postura ética que le permitirá toparse con los vacíos y las perplejidades de lo desconocido, de lo complejo, de lo imprevisto y ponerse a trabajar en el sentido pleno que eso significa: en un “campo de transferencia” en el que la implicación del analista es fundamental. Freud en sus comienzos- es decir en los momentos de creatividad mayor, momento de ruptura con lo ya sabido, y sin tener aún ese temor por lo que sucediera después, que lo lleva a instituir el psicoanálisis, con las rémoras que ello implica- Freud decía que era necesario tomar en cuenta “las transferencias recíprocas”. Esto no es lo mismo que lo que después se llamó la “contra transferencia”, pues la “reciprocidad”- no la simetría- es compromiso del sujeto ocasionalmente en función de analista, pero comprometido él mismo también con su inconsciente: “transferencias recíprocas”. Y Marisa es decidida, se juega.. Aborda su quehacer de psicoanalista en su cotidianeidad: mostrando sus inquietudes, asumiendo sus decisiones, sus posiciones personales en el campo de la clínica psicoanalítica con niños, pero también en el campo del psicoanálisis: formación, práctica, teorización, y lo hace con firmeza y delicadeza a la vez. Con respeto de las bases adquiridas sobre las cuales se apoyan sus reflexiones, sus cuestionamientos, sus avances. Con un conocimiento firme de la obra freudiana. Con una ubicación decidida dentro del campo teórico post –freudiano. Seleccionando sus apoyos teóricos en afinidad de pensamiento. Valorando con criterio firme aportes innovadores, no por nuevos solamente sino por serle sólidos auxiliares para pensar y para decidir sus intervenciones. Recuperando la noción -central -de conflicto demasiado abandonada. No perdiendo de vista el campo de transferencia(s) con sus posibilidades y sus riesgos, describiéndolo como espacio-tiempo de elaboración dando lugar a un trabajo sobre resistencias, especialmente del lado del analista. Valorando el análisis del analista como un piso firme para avanzar más allá de la mera aplicación de conocimientos. La formación de un analista es cosa seria, significa un trabajo: no desconocer los aspectos que fundan la disciplina: el descubrimiento del inconsciente, las condiciones de la constitución subjetiva, desde la inermidad primigenia hacia una relativa autonomía, a través de los desfiladeros de la represión que lo funda dividido: herida o apertura, diferencia y diferancia que lo hace expuesto a “inhibiciones, síntomas y angustias” o más aún a “agujeros” en las fallas tempranas, pero también apto a la creatividad y al pensamiento constructivo y crítico. Pero Marisa insiste en que la formación de quién pretende “ser analista” (mas que cuestión de “ser” es cuestión de función, de trabajo y de sus condiciones) debe arriesgarse a transitar por sí mismo el camino de un análisis que lo ponga en contacto con su propia condición de sujeto dividido. En todas estas afirmaciones – estas insistencias- Marisa es muy freudiana, en el mejor sentido: defiende las condiciones, complejas, para poder realizar un trabajo analítico. Y lo hace en un momento en que parece que todo vale y cualquiera se declara analista sin las condiciones para poder serlo. Y quiero recalcar que no se trata de condiciones instituidas, sino de condiciones éticas. Yo diría que Marisa es una analista clásica,- en el mejor sentido de esta palabra, que es lo opuesto a ortodoxa o convencional.- como alguien que trabaja con fundamentos, y abierta a ampliar el conocimiento, pero resistiendo a las presiones de las “modas” o de la “novedad” como valor en sí . Clásico es lo que perdura más allá de fluctuaciones ideológicas de la oferta y la demanda, siempre abierto a las transformaciones que los interrogantes de su práctica plantean a la teoría si esta no es dogma – verdad obligatoria e incuestionada -sino hipótesis y método sujetos a revisiones permanentes, pero, con fundamento. Como decíamos al principio citando a Derrida, “no solo aceptar la herencia sino reactivarla y mantenerla con vida”. Y la vida es transformación permanente, en lucha permanente con la repetición mortífera. Había anunciado al principio que tenía la posibilidad de escribir dos textos, y que me inclinaba por testimoniar de mi lectura mas que por informar sobre el contenido o la forma del texto de Marisa Rodulfo. El libro da mucho para pensar y también mucho para aprender quisiera dejar a cada uno su lectura Sin embargo haré algunas puntualizaciones enumerando diversos puntos de interés específicos en este texto: una preocupación y una atención detallada puesta en las intervenciones del analista. Los obstáculos a sortear en relación con la complejidad transferencial ligada a los varios actores en juego: padres, pediatras, neurólogos, psiquiatras, educadores. Las consideraciones sobre diagnóstico y la necesidad de diagnóstico diferencial, dadas las dificultades ligadas a la complejidad de transferencias en juego. La atención puesta en un diagnóstico preciso con fines de no confundir cuadros y errar estrategias. O sea, prevenir males mayores suscitados por intervenciones tardías sin consideración de los tiempos de la estructuración de la subjetividad. La atención puesta en problemáticas referidas a la constitución temprana articuladas con finas observaciones sobre las modalidades del grafismo apoyadas en la teoría de lo escritural. El trabajo sobre la huella – permanente en la obra freudiana – es retomada aquí en perspectiva de la escritura. Son especialmente interesantes los desarrollos referidos al autismo, y la representación de los “agujeros“ como inscripción positiva de lo negativo. Lo que apoya sus consideraciones sobre el espacio del análisis, – diferente al espacio transicional – a construir sobre el agujero.
A este respecto me interesa recalcar la importancia del trabajo freudiano “La Negación” donde Freud señala lo tanático como base de la construcción del símbolo de la negación: el “no” dando lugar al pensamiento. Los puntos anteriores creo que aportan elementos para profundizar las investigaciones sobre el arte y lo figural: Las consideraciones sobre modalidades diferentes de simbolización, convocando a no verlas solo como falla sino como modalidades específicas a investigar. Y un capítulo que personalmente despierta en mí especial interés, es el capítulo sobre restitución de niños secuestrados durante la dictadura. Las situaciones límite son fuente de angustia pero también obligan a pensar. La “desposesión del antes” como dice Marisa, los agujeros en la historia plantean una reflexión sobre la memoria, sobre la “memoria inmemorable”, sobre las marcas no simbolizadas grabadas en el sujeto, y que son gravamen para su futuro. Pero esto sería para un desarrollo que sobrepasa las posibilidades que ofrece un prólogo. Baste indicar que aquí también, y especialmente, aparece la preocupación ética de Marisa que la lleva interesarse por investigaciones en el campo de la fisiología articulándolas con la dimensión subjetiva, para poder reforzar las consideraciones sobre los daños inferidos en épocas tan tempranas y circunstancias tan atroces. No podría dejar de señalar la generosidad con que Marisa provee material – definiendo lo que entiende por material – de su trabajo con niños: tanto en mostrar la producción de los niños como sus intervenciones, en casos dificilísimos y tan bien transmitidos como apasionantes.
Gilou García Reinoso
Este es un texto que se ha transformado en un clásico para todos aquellos que trabajan en el campo de la niñez, no sólo de la salud, sino también desde el ámbito educativo. La autora pone la lupa en aspectos sutiles de la clínica con sus pacientes, a la vez que mantiene una ética inquebrantable por el resguardo del secreto profesional. Justamente este proceder sorprende a un lector inadvertido al no encontrarse con los típicos “historiales clínicos” en que aparecen los contenidos transcriptos de las sesiones. La autora, de larga trayectoria en el campo de los derechos humanos, ha tomado desde hace tiempo, ya en sus primeros libros la decisión de no publicar historiales, ni reproducir sesiones, tal decisión está motivada en el resguardo de la identidad del paciente y su familia. Enfatizo su trayectoria en derechos humanos, ya que el resguardo de la privacidad e n estos casos, muchas veces constituyó en su país, la Argentina, la fina línea que separa la vida de la muerte, como en diversas situaciones de niños apropiados en las que los testigos de tales delitos también engrosaron la filas de los desaparecidos. Uno de los ejes del libro está constituído por sus aportes en este campo y han sido llevadas sus conclusiones (elaboradas en forma conjunta con un prestigioso núcleo de psicoanalistas argentinos –Eva Giberti, Ricardo Rodulfo y Fernando Ulloa- ) a Ginebra con el objetivo de su homologación. Dentro del mismo campo, el abuso sexual, ha constituido un tópico ineludible, en el que su colaboración con el Poder Judicial: Fiscales y Jueces ha posibilitado la condena de los implicados en tales delitos.
Como un hilo de Ariana que atraviesa el libro la autora no claudica al penetrar con agudeza en un tema polémico actualmente: el de la “medicalización de la infancia” con la consiguiente denuncia a prácticas iatrogénicas que toman como blanco al niño y su familia, transformándolo en un nuevo discapacitado social quien previamente debió ser objeto de rotulación y psicofarmacotización.
Como ya es un clásico en esta autora, la dedicación al análisis de los dibujos recorre fragmentos de singular importancia y belleza del trabajo analítico de Mitza y Diego. Los juegos, relatos, dibujos, constituyen “secuencias” a descifrar en ese trabajo privilegiado “entre” paciente y analista que constituye la transferencia. Dos historiales de largo aliento donan a los lectores de herramientas imprescindibles para una verdadera penetración en el trabajo de la clínica psicoanalítica.
Tratándose de Marisa Punta Rodulfo, son ineludibles en sus conceptualizaciones las inherentes al autismo y las psicosis en los distintos momentos de la estructuración de la subjetividad. El análisis riguroso de los dibujos de pacientes autistas, así como la construcciones de una fina semiología hacen que la autora vaya y vuelva en un incesante trabajo por hacer de la clínica el recurso indispensable para la construcción de una verdadera psicopatología psicoanalítica, construcción en la que viene trabajando por un espacio mayor al de cuarenta años.
Deseamos a los lectores emprender este viaje por el interior de la clínica en el que Marisa nos permite penetrar desde inicios y no nos abandona en todo el recorrido: es que ése es su método de trabajo con sus pacientes, a los que “puede seguir pensando” más allá de las fronteras de su consulta
Gilou García Reinoso.
El primer eje consiste en la descentralización de la lectura interpretativa, que ya no gira exclusivamente en torno a las asociaciones verbales del paciente y su familia, sino que opera poniendo en pie de igualdad los juegos y los dibujos del niño. Un segundo eje de gravitación es el ético: trabajo en Derechos Humanos[i], crítica de las prácticas de medicalización del niño, insistencia en el cuidado de su intimidad que lleva a tomar la decisión de no transcribir literalmente las sesiones de un tratamiento, respetando el derecho del niño en ciertas ocasiones de no querer comunicarse. Un tercer eje, que resuena desde el título, subraya la singularidad de este campo clínico, incluso en lo que concierne a la conceptualización y a las nuevas hipótesis teóricas a las que da lugar. Por último, la concepción del psicoanálisis aquí sostenida no es la de un corpus cerrado sino de fronteras abiertas al diálogo y a la fecundación por parte de otras disciplinas.
Consultata la Biografia de la Dra Marisa Rodulfo