Por Yesica Solari
Resumen
En el presente escrito se desarrolla el trabajo realizado, desde el área de Acompañamiento Terapéutico (AT), con un niño con alteración en su estructuración subjetiva.
Centrado en el proceso de trabajo en la dimensión lúdica, a partir de la lectura del momento de estructuración del niño y en articulación con nociones del jugar provenientes del campo psicoanalítico, se pretende trasmitir los diferentes derroteros que se fueron transitando y las intervenciones que produjeron apertura y permitieron un movimiento de la perseverancia a la creatividad.
Palabras claves: estructuración subjetiva, creatividad, juego, jugar, singularidad.
Introducción
En el presente escrito se desarrolla el trabajo realizado con un niño con alteración en su estructuración subjetiva, cuya edad al inicio del Acompañamiento Terapéutico era de 10 años. Este recorrido implica un año y medio de trabajo de AT en el marco de un dispositivo de abordaje interdisciplinario compuesto por una psicóloga y una acompañante de apoyo pedagógico.
Centrado en el proceso de trabajo en la dimensión lúdica, se pretende trasmitir las dificultades presentadas y las intervenciones que produjeron apertura y permitieron un movimiento de la perseverancia a la creatividad. Éstas fueron pensadas a partir de lecturas acerca del momento de estructuración del niño y en articulación con nociones del jugar provenientes del campo psicoanalítico.
De la perseverancia a la creatividad
El acompañamiento es terapéutico si el acto es creativo.[i]
La creatividad es un elemento central en el proceso de acompañamiento terapéutico. En cada caso debe serlo, pero en mi experiencia debo decir que la creatividad es central -para no morir de aburrimiento- allí donde todo es exactamente igual cada encuentro. Cuando conocí a Santiago quedé fascinada por el despliegue de sus juegos. Grandes escenarios con decenas de dinosaurios y un armado super rimbombante y complejo de acontecimientos y diálogos. Pensaba ¿quién dijo que los chicos a dominancia psicótica no juegan? Hasta que se me ocurre intervenir en uno de esos juegos y Santiago estalla furioso. “No! Eso no es lo que dice” (yo estaba poniéndole voz y letra a uno de los personajes). De ahí en más fui haciendo pequeñísimas intervenciones para tratar de entender qué se jugaba en esas escenas.
Con los dibujos sucedía lo mismo. En el centro de cada hoja dibujaba un personaje correspondiente a una de las 2 o 3 series que se repetían sin variantes. Era un dibujo por hoja, por lo general sólo usaba lápiz negro o si lo hacía con color debía de ser el mismo que el original. Hasta que no terminaba los 23 dinosaurios correspondientes a tal película o los 44 de tal otra no podía pasar a otra cosa. Y pasaba similar con las plastilinas. Modelaba un personaje para volver a desarmarlo sin ponerlo a jugar.
Este tiempo me permitió comprender que las escenas lúdicas se trataban de recortes de películas donde se debía de corresponder, punto por punto, la secuencia y diálogos o fragmentos de videos de youtubers que repetía tal cual riendo cuando tenía que reírse aún sin conocer el significado de las palabras o chistes.
A tientas fui tratando de introducir novedades en el juego y en el jugar. Dos dinosaurios no deberían encontrarse durante tantos años sólo para emprender una fatídica lucha y morderse hasta morir sin modificar las circunstancias en que eso sucede. Le propuse durante un par de encuentros hacer una lista de “versus” para que diferentes dinosaurios luchen. No hubo lugar a esta idea hasta que una tarde me la propone él. Se armó una lluvia de ideas que resultó en un programa de televisión que trasmitía el canal DinoChanel donde yo era la presentadora, él ponía a luchar a los dinos y luego se convertía en el comentarista con micrófono y una voz personal, hasta había hinchada para alentar a cada luchador. Antes de salir “al aire”, hicimos un sorteo. En cada papelito escribimos los nombres de los 44 dinosaurios y al azar se armaban las parejas. Él sacaba los papelitos y yo escribía las duplas allí donde, más tarde y con color marcaba quienes habían salido victoriosos.
Podría decir que esta fue la primera experiencia de un juego con variaciones, al menos en mi proceso de trabajo con él. Lo novedoso fue que él pudo tomar una de mis propuestas que, si bien incluían a sus personajes, los había nuevos y el escenario era completamente distinto. Había escansiones: presentación del programa, saludos al público, presentación de los luchadores, la lucha, el festejo ovacionado o abucheado, las palabras del comentarista, corte publicitario y así sucesivamente. Por otro lado, fue posible hacer intervenir al azar, lo contingente, al armar las duplas de manera aleatoria, aunque la batalla final no fue negociable, pelearían los dos de siempre. Quedó registro escrito en una especie de “fixture” sobre el que volvimos unos días después donde batallarían los ganadores de la ronda anterior. Y esta fue una gran conquista. Pudo empezar algo, dejarlo sin terminar para retomarlo días después.
Puedo leerlo como un momento bisagra. Diría que la puntada que permitió abrir un ojal. Gracias al lazo transferencial construido Santiago puedo hacerme un lugar en su modalidad hermética de relación y producto de ese movimiento de apertura es que comienza a integrar a su mundo más íntimo a compañeros de la escuela que empieza a llamar amigos. Compañeros desde hacía cinco años, de quienes hasta ese momento ni recordaba sus nombres.
Los movimientos son múltiples y en diferentes dimensiones. Aparecen nuevos personajes, sacamos la decena de dinosaurios de arriba de su cama y armamos el hábitat para los carnívoros y otro para los herbívoros. Aceptó cambiarse de habitación. Salir a andar en bicicleta y comer tortas fritas redondas y ya no sólo cuadradas. Pudo dibujar una escena y ya no sólo un personaje. Comenzó a hacer historietas humorísticas con varios recuadros por hoja, actividad que había realizado ya con quien lo acompañaba en apoyo pedagógico pero esta vez la realizó sólo, sin siquiera estar yo con él y con una historia original. A los muñecos de plastilina les armamos escenarios y narrativas. Comenzó a jugar al “Uno”, no sólo aprendió rápidamente, sino que ha comenzado a incluir la trampa. Ya no es él el único “capo”, también hay una “capa” (y que no la de la espalda, diría él).
En tiempos de cuarentena, por videollamadas comenzamos un trabajo donde se ven plasmadas todas estas conquistas por parte de Santiago. Empezamos a escribir un libro con el formado de Elige tu propia aventura llamado “Las aventuras de Blue” donde varias personas aportaron contenido al relato, y él fue negociando y aceptando esas intervenciones ajenas y donde las historias tienen un inicio, pero una gran cantidad de tramas y desenlaces posibles. Los escenarios conocidos se desarman, puede administrar las contingencias e integrarlas, permite que otros entren en su mundo y tomar algo de ellos. El hacer un capítulo o dos por encuentro lo que implicó todo un mes de creación y luego otros dos meses de trabajo de edición de cada uno con sus correspondientes dibujos, formato, corrección e impresión.
Reflexiones
Winnicott en Realidad[ii] y juego (1971) menciona que “La psicoterapia se da en la superposición de dos zonas de juego: la del paciente y la del terapeuta. Está relacionada con dos personas que juegan juntas. El corolario de ellos es que cuando el juego no es posible, la labor del terapeuta se orienta a llevar al paciente de un estado en que no puede jugar a uno en que es posible hacerlo” (p. 61). En este aspecto concuerdo con Fernández Miranda[iii] (2020) quien piensa que no es que los niñes a dominancia psicótica no juegan, sino que lo hacen bajo una modalidad diferente que los niñes a dominancia neurótica. Esta reflexión me permitió dar respuesta a la pregunta por los grandes despliegues de Santiago que si bien se tratan de juegos defensivos son, no obstante, una operatoria sobre la realidad y están al servicio de algo. De las preguntas por el contenido: peleas, mordidas, desmembramientos, sangre, muerte, pasé a generar pequeñas intervenciones que llevaran a cierta porosidad en su modalidad y a actos creativos por más pequeños que fuesen sin importar el contenido. Coincidiendo con Steckler (2017) la “repetición en diferencia y rumbo a la producción de diferencias como condición para que alguna transformación -como nueva escritura psíquica- sea posible.[iv]”
Volviendo a Winnicott, más adelante en el texto dirá que lo universal es el juego y corresponde a la salud, facilita el crecimiento y conduce a relaciones de grupo. (p. 64). Este proceso de crecimiento saludable es el que se va construyendo Santiago. El incluirme en su economía libidinal en un lazo transferencial le ha permitido también hablarme de sus aspectos más oscuros, sus miedos, pesadillas y le ha sido posible encontrar consuelo cuando parece inevitable la fragmentación o mutilación y la angustia es insoportable. Consuelo que inicialmente encontraba en mí y que luego va pudiendo darse a sí. Una conquista en proceso.
López Ocariz[v] afirma que “el AT trabaja para perder su trabajo”, y en vistas de esto, aunque parezca un contrasentido, con la llegada de las vacaciones de verano y luego la cuarentena y la suspensión de la escolaridad decidí agregar horas al AT para poder dar continuidad a la estructura y organización del día que propicia la escolaridad y dificulta la cuarentena. Para pensar la pertinencia de esta decisión tomé de Marisa Rodulfo[vi] una idea que si bien refiere a la sesión en área de psicología la creo transferible al espacio AT. Menciona que Freud siempre consideró que las tentativas por acortar la duración de un tratamiento implicaban una subestimación del sufrimiento psíquico y de sus complejidades. Y agrega que a veces, la sesión es el único momento donde un paciente tiene la oportunidad de no sentirse apurado y que el sorprenderse a sí mismo, o la emergencia de un acto novedoso -agregaría- no es compatible con la disponibilidad exigua de lo temporal, sino que requiere de la paciencia del artesano.
Me resulta interesante la respuesta que Pulice[vii] da a la pregunta ¿Qué es un acompañante terapéutico? Dice, no se trata de «ser», sino de su “modo de estar”. Estamos ahí para ese sujeto, a quien recibimos para ser acompañado. Porque el sólo hecho de estar allí, disponible, por su mera “presencia en exclusividad” a disposición del sujeto, el acompañamiento tiene ya efectos terapéuticos.
A modo de conclusión
El trabajo con niños y niñas en un proceso de acompañamiento terapéutico implica, como condición ética contemplar su singularidad y el momento de estructuración en el que se encuentra.
La dimensión lúdica es el derrotero por excelencia que permite la apertura a la interacción con otros. Jugar con otro y jugar sólo en presencia de otro es lo que Santiago fue pudiendo.
Como AT estamos disponible para él o ella. No nos ubicamos en la exigencia de tener que estar proponiendo todo el tiempo, ni pretendiendo llevar las cosas en una dirección u otra y mucho menos ir con un deber hacer sino más bien estar a disposición. No obstante, tenemos una dirección de trabajo, propuestas y un saber hacer que es artesanal. Es decir, acompañamos en los tiempos de su singularidad.
Como nos recuerda cada vez que se le presenta la oportunidad, el Lic Pérez Sucunza[1][viii], “la artesanía es el arte y la técnica de fabricar objetos a mano y muchas veces la característica que tiene la artesanía es que no están hechas en serie”. La tarea terapéutica es, en su simiente artesanal, y por ello el AT es un artesano y debe habilitarse y autorizarse en la posibilidad de intervenciones que considere pertinentes para con el acompañado y su ambiente como dentro del dispositivo interdisciplinario y complejo del cual es parte integral aportando sus lecturas, el material clínico que suele ser novedoso por los diferentes espacios y momentos que transita y su saber hacer artesanal con un compromiso ético de formación y práctica crítica.
Yesica Lorena Solari. Cursante avanzada de la carrera de Psicología (UNCo). Téc. Sup. en Acompañamiento Terapéutico. Téc. Sup. En Minoridad y Familia (actual Niñez, Adolescencia y Familia). Autora de trabajos libres presentados en la XVI y XVIII edición del Congreso Argentino de Acompañamiento Terapéutico y la XI y XII del Congreso Iberoamericano. Se desempeñó en el campo del Acompañamiento Terapéutico desde el año 2012 en el campo de la discapacidad.
[1] Supervisor de la institución que enmarca el tratamiento terapéutico de Santiago.
Referencias Bibliográficas
[i] Graiño.C (2019): Constitución subjetiva del Acompañamiento Terapéutico. Escritura e Inscripción. En La PlazAT. La revista digital de los Acompañantes Terapéuticos Nº 7 / Diciembre de 2019.
[ii] Winnicott, D. (1971): Realidad y juego. Barcelona. Gedisa.
[iii] Fernández Miranda, J. (2020): Modalidades del jugar en la neurosis y en la psicosis infantil. Segundo ciclo de conferencias virtual Fundación Naceres STI. Neuquén.
[iv] Steckler, C. (2017/2018): ¿Qué hay de terapéutico en jugar? – En una sala de juegos de un hospital de alta complejidad. En Recomendamos en Rodulfos.com. Vol. III.
[v] López Ocariz, C. Pérez Sucunza, D. (2019): El trabajo clínico del Acompañante Terapéutico y sus dificultades en el campo de intervención. Conferencia. Fundación Naceres STI. Neuquén.
[vi] Rodulfo, M. (2005): La clínica del niño y su interior. Buenos Aires. Paidós.
[vii] Pulice, G.: Acompañamiento Terapéutico, transferencia y dirección de la cura (1ª parte). En La PlazAT.
La revista digital de los Acompañantes Terapéuticos Nº 2 / Octubre de 2017.
[viii] Pérez Sucunza, D. (2020): Diagnosticar en la infancia ¿Práctica estigmatizante o artesanía? Primer ciclo de conferencias virtual. Fundación Naceres STI. Neuquén.