por Ricardo Rodulfo
La proximidad de un nuevo año obliga formalmente a saludos cuya convencionalidad en general no deja demasiado espacio para esa generosidad de un auténtico saludo pleno de deseos de verdad.
Sin embargo, cabe evocar un comentario de Frances Tustin a propósito de los niños autistas: cuenta ella que, siendo por sí misma una persona que más bien desobedecía las ceremonias sociales instituidas, se vio llevada a revisar esa postura más “rebelde” por su trato con aquellos niños. En efecto, el desconocimiento radical de la alteridad del otro en ellos los lleva a no practicar ningún saludo en absoluto, a prescindir de todo tipo de modales, lo cual condujo a Tustin a reflexionar sobre que éstos, después de todo, tenían más importancia que la que ella había pensado, determinándola a intervenir sobre los niños así aquejados para que incorporaran esos pequeños ceremoniales antes despreciados por la notable psicoanalista inglesa. A lo largo de este proceso ella revalorizó esas prácticas de saludos cotidianos de las que antes no cuidaba, alzándose desde su juventud contra la tradición venerable de decoro británico, precisamente por ser británica, advirtiendo luego la importancia que cobran cuando se trata de registrar que hay otro allí, y que es eso lo que en el fondo se juega en el más convencional saludo: un reconocimiento de ese otro y de que yo también soy otro para él. Por esta vía, toda esa trama convencional que puede parecernos sin mayor valor, o cargada de falsedad social, se impregna de otra signficación.
Por su lado, Ortega y Gasset, el filósofo español, recordaba cómo la compleja codificación de una red de saludos que empezaba ya a mucha distancia en el desierto cuando dos jinetes se divisaban servía para cerciorarse de que no eran dos potenciales enemigos, que no habría guerra entre ellos: el otro no es invariablemente un enemigo peligroso. De nuevo, el saludo más formal se hace aquí necesario por otras razones, pero bien necesario.
Dos argumentos suplementarios para desearles a todos un muy dichoso y productivo 2016, a despecho de tantas y todas las dificultades del complejo y complicado mundo que habitamos.
Por otra parte, no hay de verdad saludo sin una dimensión de esperanza, sea como sea que ella se active: esperanza en un encuentro, en un proyecto, en un deseo soñado…. Es lo que establece el más firme lazo de cualquier saludo con el porvenir; aún cuando alguien salude a un pasado que reverencia, tal saludo sólo cobrará sentido por la esperanza de que eso que saluda del pasado encuentre la manera de repetirse en un futuro más o menos utópico.
Por todo esto saludamos además no sólo a lo esperado, a lo esperable que esperamos acuda, saludamos sobre todo a lo imprevisible, a lo inimaginable, a lo que no esperábamos acudiera a la cita del porvenir. Saludamos a lo que nos va a saludar como desconocido.