Por Alejandro Eduardo Pérez Giménez
Comencemos por el principio, el hilo conductor; la vida y como la gambeteamos en la sociedad que nos tocó vivir. Así entonces, definimos su construcción a través de los
AFORISMOS: que son sentencias patriarcales, por tanto, sin matizaciones.
Así el inicio de la
VIDA: tiene un prolegómeno de tragedia griega. Una maratón en piscina cubierta, con millones de inscriptos que se lanzan en estampida en una frenética y desesperada carrera. Suele ser sólo uno el premiado, para reaparecer recreado, mientras todos los demás participantes, mueren exhaustos en el intento.
Cuando la queremos ejercer, la
VIDA: Es una carrera de obstáculos. No solamente tenemos que aprender a esquivarlos, sino que, en las inexorables caídas que tendremos, hemos de estar preparados para levantarnos, restañar bien y rápido las heridas, y seguir hacia una meta final, siempre incierta.
Y nuestro
DESTINO: es una derivada social de la prosaica economía. Lo tenemos marcado antes de nacer. Para acertar el pleno, deberíamos poder elegir el lugar dónde hacerlo. Mientras tanto, la tómbola de la estratificación social es la que decide.
El destino siempre origina un sentimiento de
MIEDO: las religiones y el estamento militar se enfrentan a él en las antípodas. Mientras las religiones lo potencian, los militares se entrenan para ignorarlo.
Vamos creciendo y, en un momento de exaltación hormonal nos iniciamos en
LAS RELACIONES SEXUALES: en la pubertad sólo importa la cantidad. En la adultez, como en las buenas empresas, prima la calidad. Cuando llega la tercera edad, nos aferramos a la “mágica” píldora azul. Más allá, solo “nos queda el recuerdo”, como en el tango.
Las experiencias nos suelen llevar inexorablemente al
AMOR: que es único, individual e intransferible, cómo el dolor y la lectura. En la pareja: tiene tres fases. La primera equivale a la salida de una carrera de fórmula uno; explosiva. La segunda, se asemeja a la conducción en una carretera nacional con tránsito denso, necesitando imprescindiblemente máxima concentración. La tercera etapa, es la conducción por una carretera secundaria, disfrutando de los matices del paisaje.
Con el amor suelen llegar los hijos y pasan las señoras ineludiblemente, por los diferentes tipos de
PARTO: en las culturas ancestrales suele ser un acto privativo de mujeres. En la actualidad, en nuestra cultura, se ha transformado en un show televisivo y fotográfico, donde los famosos cobran exclusivas y crean escuela en el resto de la sociedad. Los paritorios se han transformado en un plató cinematográfico.
Lo acompaña el
DOLOR: que es una alarma biológica, el cual no cubren todos los seguros de salud.
Para eso está la indicación de
LOS MÉDICOS: Antes eran polifacéticos, vocacionales y fundamentalmente humanistas. Hoy la sociedad, Internet, y los avances farmacológicos, los han encumbrado a los altares. Allá, en las alturas han perdido parte de los sus atributos, en su precipitado y mareante ascenso.
Y no hay partos sin
LAS MADRES: las de todas las culturas responden de igual manera a los llantos de los bebés. Está demostrado científicamente. No ocurre así en los padres. De aquí, lo de: “Se sabe quién es la madre, mientras siempre la duda recae en la paternidad”.
Ese señor que conforma la pareja, tiene un rol más o menos importante, dependiendo de él el ejercerlo o no, así
EL PADRE: si se esmera sólo en dar consejos será un fracaso. Es más fructífero mostrar comportamientos. La memoria visual es más duradera. Esto me lo explicó mi hijo en la pubertad, la de él.
Hoy los dos viven aferrados a un elemento imprescindible; el celular (teléfono móvil) que fundamentalmente les permite enviar
TUITS: que es un mensaje digital que ha pegado el estirón al doble en los últimos tiempos, lo cual no implica que se haya hecho adulto y, por ende, serio, responsable y por sobretodo respetuoso.
WHATSPP’S: o “¿Cómo andas, viejo?” traducida al porteño. Es una aplicación que nos permite enviar y recibir mensajes instantáneos de audio, video y fotografía, en celulares inteligentes. Este atributo sólo se le exige al terminal ya que los usuarios, una vez conectados, van como zombis por las calles, en transportes públicos, incluso privados y además conduciendo.
Esta aplicación en manos de Facebook desde el 2009, nos permite importunar a cualquier hora y sin necesidad de motivos con los/as
AMIGOS/AS: que en la era pre-internet, tenían como primer atributo su conocimiento, después se le sumaban todos los demás; lealtad, compromiso, etc. La aparición de Facebook, minimizó y sobretodo depauperó el fondo de la amistad, ya que, lo que vale es la cantidad, despreciando la calidad.
Y, si nuestra genética es benévola, llegamos a la
VEJEZ: que se asemeja a la bolsa en un día de pánico; dominan las pérdidas y las caídas de todo tipo están a la orden día.
Finalmente, como a todos los seres vivos nos llega la
MUERTE: que para los ateos es el final de su novela. Para los creyentes, el paso gozoso y esperanzado hacia el Salvador. Mientras tanto los agnósticos, en su indefinición permanente, siguen arrastrando su duda cruel al cementerio o, el crematorio, como deseen.
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Alejandro Eduardo Pérez Giménez: Nació en Banfield, Buenos Aires en 1942 y hace 41 años que reside en España. Es Licenciado en medicina por la U.B.A., Especialista en Anestesiología por el Colegio de Médicos de Lomas de Zamora y Especialista en Anestesiología, Reanimación y Terapia del Dolor y Especialista en Medicina Interna por la U.A.B.
Inicio de su escritura: “… El inicio de todo fue la necesidad mía de trasmitirle a mi nieto un país, un cambio brusco no deseado, unos contextos muy diferentes, una forma de decir y hacer a la que he tenido que readaptarme en los 41 años que llevo viviendo aquí en Girona. Demasiadas cosas que creí, el difícilmente él podría entender con 8 años, una lengua y una cultura diferentes, aquí en Cataluña. Eso fue hace cuatro. Después de escribirlo y auto editarlo, me enganché y comencé con un taller de lecto-escritura en el que continúo y muy contento con el objetivo de tener nuevas metas y alicientes. En septiembre me publicarán un relato en la revista de cultura de mi ciudad…”
alejandroperez@comg.cat