En el marco del Congreso tuvo lugar la Mesa Especial “Mujeres Psicoanalistas, Homenaje a la Dra. Gilou García Reinoso”, a cargo de Ana María Fernández, Juan Carlos Volnovich, Marisa Punta Rodulfo, Rubén Efrón y Martha Rosenberg, siendo su coordinadora Débora Tajer.
A continuación, les compartimos las palabras de homenaje presentadas por Marisa.
Gilou, psicoanalista argentina y amiga de la vida
El 22 de mayo de este año falleció Gilou, a la edad de 92 años, tranquila en su casa, lejos de toda la maquinaria hospitalaria, acorde con su modo de pensar, del cual dejó constancia a su médico personal, a su familia y a todos/as los que la rodeábamos. Es que Gilou quería morir libre como había vivido y eso lo repetía -y mucho- en los últimos tiempos. La enfermedad y la dependencia eran dos temas que la espantaban y luchó hasta el fin de su vida por mantenerse firme a sus ideales. Su testarudez profunda la llevó a ganar esa batalla: tuvo una muerte como en el Medioevo, no medicalizada y, si bien su rechazo sistemático a cuidados y acompañamientos más que razonables causó preocupación en sus seres queridos, le permitió lograr un tránsito libre a pesar de su edad avanzada.
Fue mi mejor amiga durante décadas y ese sentimiento entrañable de amistad nos acompañó a ambas en las distintas travesías de la vida. Gilou fue también entrañable para toda nuestra familia. Es por eso que en este homenaje están presentes, acompañándome y acompañándola, Ricardo, Santiago, Úrsula, Luciana y Georgina. Gilou fue una de esas amigas a las que uno/a podía entregarse, entregando a la vez lo más íntimo, porque podía encontrar en ella aquella palabra siempre justa, cariñosa a la vez que lúcida en las más diversas situaciones; firme en sus ideas y con una comprensión humana invalorable, cualidades que me hicieron ver muchas veces aspectos en los cuales nunca había pensado. Tuve el gran privilegio de compartir una amistad sin límites en la que nuestro cariño, que impregnaba todo intercambio, era lo más importante. Debatíamos desde las cosas más sencillas a las más trascendentes. Compartíamos el gusto por la cocina y el placer por recibir a los amigos con las comidas que preparábamos. Nos decíamos en tono de elogio una a la otra: “Sos como Babete”, protagonista de una hermosa película acerca del amor presente al agasajar al otro a través de la cocina.
El lugar de la familia -de la propia y de la de los demás- constituyó para Gilou un motivo de orgullo: hemos escuchado de ella historias que atravesaban distintas generaciones, que iban desde su infancia a las de la propia infancia de sus bisnietitas, por supuesto sus hijos Michel, Mariana y Martín entrañables y amorosos, Nora, Rafael y Vera; Juan, Andrés y Anita, Mora, Violette y Jeanne. Los relatos se ubicaban en el Tigre a veces, en la casa de Honduras otras, en Francia algunos, en México muchos; sus ires y venires cruzando el océano. Cada vez que nos encontrábamos en esas tardes de amigas, recorríamos uno a uno todos/as los integrantes de ambas familias: actividades, residencias, nuevos miembros y siempre más y más anécdotas, acompañadas de fotos: las de Gilou en papel, las mías digitales. Por más que lo tenía, nunca se acostumbró al celular.
Conocí a Gilou en esta misma Facultad, en el año 1984 cuando concurrió a uno de los Ateneos organizados por la Cátedra de Clínica Psicológica con Niños y Adolescentes.
Es importante aclarar que esta reunión no hubiera sido pensable en el momento anterior a la entrada de nuestro país a la democracia. Cuando llegamos a la Facultad, ganando nuestros concursos, lo hicimos democráticamente en una Universidad que recuperaba la libertad académica. Nos encontramos con alumnos/as -muchos de los cuales habían resistido y logrado seguir pensando- jubilosos por dicha apertura.
Así fue recibida Gilou: era una fiesta que estuviera allí en ese momento de apertura, para exponernos un excelente y conmovedor texto: “Matar la Muerte”. Fue aquí mismo en la Sede Independencia, en un aula que se llenó de alumnos/as y colegas que se arracimaban para escucharla. La acompañaba Diego García Reinoso, su compañero de la vida. Para ambos, retornar a su país después de un difícil exilio era una experiencia conmovedora y a la vez muy movilizante; no todos/as demostraron la misma generosidad que los caracterizaba a ellos, y así como su destierro en México fue muy doloroso, la vuelta a su país tampoco fue sencilla.
La noche en que la conocí en la Facultad empecé a descubrir en Gilou a una psicoanalista luchadora –ya a partir de la década de los años 70- tratando de terminar con la vieja partición entre psicoanálisis y política. Ella formaba parte de un grupo que, en lugar de disyuntar estas dos posiciones, logró establecer puentes y levantar viejos prejuicios. Es que Gilou renunció a una visión escéptica de la cultura, donde el psicoanálisis sólo se ocuparía del “mundo interno” y no de la realidad, donde el mundo social tuviera sólo un efecto periférico; posición que dañó mucho al psicoanálisis y, también, malogró muchos de sus descubrimientos. Conceptualmente desobedeció el esquema freudiano de la familia como lo primario y lo social como secundario: para Gilou lo social, el mundo al que advenimos, sería lo primario.
Fue así que defendió un psicoanálisis comprometido con su época y con problemas específicos, concretos, ya que concebía que la época y sus condiciones sociopolíticas eran estructurantes para una subjetividad. Lo más importante de su generación fue justamente terminar con ese psicoanálisis que sólo se limitaba al mundo interno, para, en vez, socializarlo, politizarlo, comprometerlo con su tiempo.
Otra gran cualidad fue su desconfianza a las instituciones y a lo instituido, en una disciplina en que hay muchos colegas encorsetados en pensamientos no renovados y caducos por preferir mantenerse alineados y en “pertenencia”. En nuestro país, gracias a todos estos movimientos en que ubicamos a Gilou, se ha dado un proceso que en otros países es muy poco común: la de psicoanalistas que no pertenecen a una institución Psicoanalítica; acá existe y mucho. Ella alzó una bandera al respecto. Todo esto lo hizo, según sus ideales, justamente “en grupo”.
Fue de aquellas o aquellos analistas que han concebido su disciplina como un campo de resistencia a todo totalitarismo hegemónico y fue muy aguda en percibir efectos de dominación en discursos que no lo exhiben tan claramente.
Cuando tuvo lugar la ruptura de los grupos “Plataforma” y “Documento” respecto a la Asociación Psicoanalítica Internacional y su filial Argentina, APA, Gilou comentaba que tanto a ella como a Diego todo el proceso les parecía muy significativo y que, si bien ambos grupos presentaban diferencias, compartían su deseo de libertad y de tener un pensamiento sin ataduras. Junto con un grupo vigoroso de colegas que integraron Plataforma, Gilou optó por desinstitucionalizarse, para no volver a pertenecer nunca a ninguna institución psicoanalítica. Dejar la Institución por no respetar saberes instituidos e instituyentes no implicó de ninguna manera renunciar a ser psicoanalistas, sino renunciar a una obediencia debida al psicoanálisis impuesto.
Batalladora e independiente en su pensamiento -su atracción por la obra de Lacan no llegó nunca a debilitar su fondo freudiano en su manera de pensar el psicoanálisis-, no podría extrañar que integrara el APDH (Asamblea Permanente por los Derechos Humanos http://www.apdh-argentina.org.ar/) y se volcara decididamente a una práctica profesional apasionada por lo socio-político y, por ende, por cuanto hiciera al campo de los derechos humanos, vertiente altamente productiva que la colocó en un lugar de pionera.
Fue Gilou, por esto mismo, una referente para que tiempo después muchos psicoanalistas nos dedicáramos a trabajar en dicho campo.
Gilou fue una gran amiga de sus amigos/as, alguien para la cual la amistad constituye uno de los pilares de su existencia. Creo que, entre otras cosas, el rodear y rodearse de afectos le permitió vivir una larga y fructífera vida.
Decía al inicio que Gilou murió el 22 mayo de este año 2018.
Quiero decir ahora que seguirá viva mientras la podamos seguir pensando todos/as aquellos/as que la conocimos personalmente pero también, todos/as aquellos/as que puedan usar las herramientas que nos proporcionó en su batalla por defender un psicoanálisis libre y liberador.
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