Por Maria Alejandra Tortorelli
(Hacer silencio…)
Los cuerpos no hablan. De allí que sean el agujero negro hacia donde se precipita enloquecida toda intensión de significación. Y, sin embargo, algo resiste ahí…
En 1976 aparecía el tomo I de Historia de la Sexualidad de Michel Foucault. Tres fragmentos que me gustaría destacar cerraban este primer volumen a la vez que abrían un cierto porvenir que quizá hoy apenas comience a alcanzarnos….
“[…] habría que hablar de “biopolítica” para designar lo que hace entrar a la vida y sus mecanismos en el dominio de los cálculos explícitos y convierte al poder-saber en un agente de transformación de la vida humana: esto no significa que la vida haya sido exhaustivamente integrada a técnicas que la dominen o administren: escapa de ellas sin cesar […]”. (173)
“[…] Si mediante una inversión táctica de los diversos mecanismos de la sexualidad se quiere hacer valer, contra el poder, los cuerpos, los placeres, los saberes en su multiplicidad y posibilidad de resistencia, conviene liberarse primero de la instancia del sexo. Contra el dispositivo de sexualidad, el punto de apoyo del contrataque no debe ser el sexo-deseo, sino los cuerpos y los placeres […]”. (191)
“[…] Y debemos pensar que quizás un día, en otra economía de los cuerpos y los placeres, ya no se comprenderá cómo las astucias de la sexualidad y del poder que sostiene su dispositivo, lograron someternos a esta austera monarquía del sexo hasta el punto de destinarnos a la tarea indefinida de forzar su secreto y arrancar a esa sombra las confesiones más verdaderas. Ironía del dispositivo: nos hace creer que en ello reside nuestra “liberacion” […]”. (193-4)
… Otra economía de los cuerpos y los placeres, anunciaba… Quizá sea ahí, quizá venga de ahí lo que habrá de resistir.
“Donde hay poder hay resistencia. “Si” sólo hay política de los cuerpos, sobre los cuerpos, a través de los cuerpos” (Bios. 134) es justamente porque los cuerpos son el ahí de la existencia. El “ahí”. ¿Dónde “ahí”? ¿Ahí dónde?
Cada vez se hace más difícil escribir porque cada vez se hace más difícil escribir acerca de, o sobre algo. Toda escritura referencial comienza por traicionar lo que escribe. ¿Cómo escribir cuando es del cuerpo lo que se escribe? ¿Cómo escribir y hacer cuerpo?
Cuando la escritura se arroja a, se expone, hace cuerpo.
Sólo entonces algunos textos tocan. Cabalgan el borde. Pegan en algún lugar.
Jean Luc Nancy se escribió: Corpus.
Cuerpo ahí ex cribiendo y ex crito, ex puesto, en el borde, en el tacto de una punta, un extremo, tocando el borde ahí, ahí donde la escritura se ex-cribe, ahí donde “pierde pie” —excribe Nancy— ahí donde locura.
Cuando la escritura se hace cuerpo se desborda ahí a la vez que se excribe.
Cuerpo borde cuerpo ahí.
Lo que nos constituye nos constituye abriéndonos ahí, abriendo el ahí. Constitución por destitución ahí. Ninguna perdida. Apertura más bien: Ahí.
Hace falta un pensar de los bordes. Un pensar desfiladero que fuerce, un pensar del cuerpo, en su doble gentivo, que pese.
Un borde no hace agujero. Agujero negro de nuestra subjetividad revolviendo el fondo de lo que somos o de lo que queremos ser.
Agujero es un borde interiorizado. Es la llaga, dice Nancy.
Borde, trazo, línea, grama…
Un borde no contornea una forma, la difiere.
Un borde bordea a la vez que desborda.
El cuerpo no precede al borde.
No se toca un cuerpo precedido, dado. El tocar hace cuerpo y viene.
Siempre estamos tocando tocados. Con-tacto de borde.
Tal tacto no le sobreviene a un cuerpo ya constituido. El tocar constituye al cuerpo en la apertura que lo destituye a su vez. El tocar difiere al cuerpo; o mejor, lo constituye en tanto este diferir. Cuerpo es en tanto ahí diferido. “Nos viene de lejos”, excribe Nancy.
El tocar no difiere una presencia previa, la del cuerpo, sin que hace cuerpo ahí donde lo difiere a la vez. No hay cuerpo propio. No lo puedo haber.
No existe cuerpo no tocado, aunque más no sea por el borde (de una mesa). No hay cuerpo suspendido. Un cuerpo suspendido, abstraído, no es un cuerpo es una idea de cuerpo. El tocar hace cuerpo más, por ello mismo, no lo hace uno ni lo hace propio.
No se puede tocar sin ser tocado a la vez, borde de borde, perpetuo diferimiento sin apropiación posible.
Cuerpo: umbral línea limite borde trazo que se divide en mismo trazado….
Cuerpo: no se dice ni se dice uno.
Cuerpo: se expone, toca el límite. Resiste en el umbral que él mismo es no siendo más que este umbral, este borde. Extraña topología de lo que es no siendo más que un borde.
Al cuerpo no le falta ni le sobra nada. No es ni pleno ni vacío. Ni encarnación ni castración, escribe Nancy. Topología del borde. Pero ya casi se lo advierte: borde es aquello que aún apenas nos animamos a pensar.
Borde: lo que desafía a la razón. Desfiladero.
Todas nuestras máquinas de apropiación son máquinas de interioridad que no han hecho más que borrar una cara del borde para plegarlo sobre sí, para sujetarlo (del lado de adentro): el sí mismo, la familia, la nación, todas las propiedades de lo propio reforzadas. Más un cuerpo cerrado sobre si no es un cuerpo sino un organismo.
Parafraseando a Foucault, quizá habría que decir que allí donde hay borde hay resistencia: fenómeno no fenoménico sino diferencial que resiste toda totalización, toda interioridad plegada del Uno. Espina bífida que no es dos sino menos 1: diferencia originaria, partición, partida.
Desde el borde: lo que cierra abre inevitablemente. ¿Habrá que decir afortunadamente?
El borde nos expone a pensar una nueva an-economía de los cuerpos y los placeres, como apenas lo esbozaba Foucault.
Cuerpo: Es impropio. Es la imposibilidad misma de lo propio en general y de toda posibilidad de apropiación.
Cuerpo: (que no es uno ni es) nos desapropia.
Cuerpo: que nos bordea a la vez que nos desborda. Cuerpo que nos bordea desbordándonos.
Cuerpo: lugar donde regurgita el sentido.
Cuerpo: sensación. Sensación y no relato. Sensación y no sentimiento. Para la sensación no hay un “yo siento”, hay cuerpo. Diferencia fundamental que fuerza, una vez más, a pensar más acá del yo: yo siento, yo quiero, yo deseo, yo experimento…
Cuerpo: lugar donde la significación, la determinación, la sobresignificación, la apropiación por el sentido, toca el límite.
Entre el sentido sentido y el sentido significado se juega una diferencia. Una diferencia que a la vez que abre a lo sentido ahí pone tope al sentido como significación.
Cuerpo: umbral de resistencia a toda apropiación. Aún, o quizá, sobre todo, a la apropiación de sí, a la apropiación del sí mismo y de la propiedad de sí. Si hay algo que no hay es cuerpo propio. “[…] O bien el cuerpo es todavía solamente el “extenderse” y es demasiado pronto para el “propio”, o bien ya está cogido en esta contraposición y ya es demasiado tarde. Pero corpus no es nunca propiamente yo mismo […]” (Corpus 26). La propiedad del cuerpo consiste en ser lo abierto. Impropia propiedad de borde. Cuerpo: Ahí: Borde.
Cuerpo es siempre con, contra, sobre, entre… es pre-posición.
Es ex……….
Ex – posición
Ex – periencia
Ex – tensión
Ex – tenuación del sentido
Ex – critura
Cuerpo tienen lugar. Borde. Un cuerpo es el lugar que abre, que espacía. Ni posición, ni oposición, sino ex–posición en tanto borde, en tanto diferencia. Está todo por pensarse ahí.
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María Alejandra Tortorelli: Licenciada en Filosofía en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires (UBA) en 1987. En 1991, becada por la Fulbright Commission, cursa el Master y el doctorado en Filosofía en The New School for Social Research, en New York, EEUU. En la actualidad se desempeña como titular de las cátedras de “Filosofía” y “Antropología Filosófica” de la Facultad de Psicología de la Universidad Maimónides, de “Configuraciones Contemporáneas” de la Carrera de Especialización en Niñez y Adolescencia del Hospital Italiano y de “Actualización en el Pensamiento Filosófico Contemporáneo” de la Carrera de Especialización en Infancia y Niñez, de la Facultad de Psicología, de la Universidad de Buenos Aires dirigida por el Dr. Ricardo Rodulfo.