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      Sobre el padrastro por Lia Pitliuk

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      • Sobre el padrastro por Lia Pitliuk

      Realmente quiero agradecer la invitación del grupo organizador a participar en una mesa de este calibre con un tema tan crítico, porque el espacio de la familia siempre ha sido considerado por el psicoanálisis como el lugar privilegiado de la subjetividad. Por supuesto, el tema es muy amplio, y todavía no hemos acumulado la suficiente experiencia como para tener suposiciones generales acerca de como es la constitución de nuestros niños actualmente.

      Por cierto yo, particularmente, tengo mucha dificultad con las formulaciones generales, tales como “la familia contemporánea”, “el niño” o “los adultos”, o también “los hombres”, “los padres”, etc. Admiro a aquellos que, con claridad, pueden tener una mirada panorámica que, seguramente, me falta. Mi forma de pensar y de trabajar me deja más circunscrita al campo de lo particular, digamos, y en el campo de la clínica tiendo a pensar “esa familia”, “aquella familia”, “aquella otra familia”.

      En el consultorio y en los controles clínicos, trabajo con análisis individual y análisis de pareja, y como todos mis colegas, me he encontrado con situaciones familiares muy confusas y muy dramáticas. Por un lado, por los efectos de los avances de las tecnologías de reproducción; por el otro, por enormes y veloces cambios de nuestras formas de vida, con consecuencias muy complicadas.

      La propia noción intuitiva que tenemos de familia como un cierto “interior” que se opondría a un “afuera” está transformándose. Por ejemplo, en el subte, hoy alguien podría estar al lado de hermanos biológicos sobre los cuales él no tiene ningún conocimiento; o, con los muchos desmontajes y recomposiciones familiares, es muy difícil pensar, en una fiesta, por ejemplo, a quién considerar y a quién no considerar como miembro de la propia familia.

      Pero no tenía deseos de traer aquí ninguna situación muy complicada que no tuviésemos tiempo de trabajar en treinta minutos, porque nuestra tarea más importante es ir mostrando como vemos y como trabajamos las llamadas “nuevas configuraciones familiares”. Es muy importante que consideremos los efectos de nuestra mirada y de nuestra forma de intervenir y, para eso, tenemos que aclarar con que presupuestos pensamos y actuamos.

      Con esta finalidad, decidí hablar sobre el padrastro. Podría haber elegido otra figura; de hecho, esta fue una elección totalmente circunstancial, provocada por una escena que tuvo lugar en mi consultorio, en consulta con una pareja.

      Elegí este pasaje, inclusive, porque no se trataba de una situación explosiva, de aquellas enmarañadas y caóticas que encontramos en tantas familias contemporáneas, donde vemos oscilar tanto lo que conocemos sobre los sistemas de parentesco. Esta es una situación muy simple, ya un lugar común para nosotros, y esta simplicidad puede permitirnos mirar con lupa y pensar cuidadosamente en algunas de las herramientas conceptuales con las cuales operamos.

      Claudio me llama en busca de un analista para Joana, su hijastra de 14 años; él me cuenta que ella quiere un análisis y que él y Sonia, madre de Joana, piensan que sería importante para ella. En la consulta de pareja me entero que están separados hace más de un año y surge una gran necesidad de ambos de procesar la historia de la pareja, lo que hacemos durante varios encuentros.

      Hasta que llegamos a un punto crítico. Sonia dice “Por más de diez años vos formaste parte de nuestra familia, durante más de diez años fuíste el padre de Joana, no podés ahora retirarte de este lugar”. Y Claudio, a su vez, dice: “Yo era el padrastro de Joana mientras estaba casado con vos; si nos separamos, no soy más padrastro de ella. Mantengo una relación afectiva con ella, sin duda, porque la quiero, pero padrastro no soy más”.

      Este diálogo me impactó lo suficiente como para estar aquí hoy hablando sobre ello. Hago hincapié en este interjuego: Sonia dice “Vos fuiste padre de Joana”, y Claudio dice “Yo era su padrastro mientras estaba casado con vos”. Este tema, por supuesto, se extendió a lo largo de nuestras consultas, de manera que pudimos reconocerlo y trabajar con alguna profundidad las múltiples dimensiones de estas dos representaciones.

      Estábamos, los tres, investigando y sorprendiéndonos con las peculiaridades de sus experiencias en este sentido, hasta el momento en que construyeran cierta comprensión de lo que estaba sucediendo con cada uno en lo que se refería a la paternidad de Claudio. O a la “padrastridad” de Claudio. Mi intención es compartir algunas de estas cuestiones aquí, tratando de entender los hilos de pensamiento que podemos recoger o construir a partir de lo que pasó.

      La primera comprensión que tuvimos fue que, a pesar de que Sonia decía que Claudio había sido el padre de Joana, ella propia no sentía que eso de hecho había sido así. En el cotidiano de los diez años compartidos, ella sentía, todo el tiempo, una extranjeridad de Claudio hacia sus hijos. Sonia siempre quiso mucho que él sustituyese el padre biológico de los niños, que se mantuvo siempre muy ausente. Pero al trabajar en el tema, ella tuvo que admitir que esta sustitución nunca se había realizado, que no era lo que ella sentía, y esta constatación trajo un enorme alivio para esa especie de farsa que se había instalado en la pareja.

      Del lado de Claudio el tema no era fácil: él nos dice que había deseado mucho que el padre de los niños muriese o desapareciese por completo, imaginando que de esta forma podría llegar a ser un padre, de hecho, en sustitución al otro. Percibe que solamente pudo sentirse y posicionarse como padre de la hija que tuvo con Sonia, y no como padre de los hijastros. Junto a ellos siempre sintió una especie de extranjeridad.

      Entonces, lo que podemos decir de la presunta operación de sustitución es que ella al menos se instaló de una manera muy precaria… o que no se instaló.

      Este es el primer punto que necesitamos señalar: si durante mucho tiempo fue pensado el padrastro como un sustituto de un padre, en la contemporaneidad es cada vez menos posible pensarlo así. Las exigencias del superyó de las familias a menudo apuntan a esto, pero la experiencia contradice cada vez más esta noción, y Claudio nos dio una buena primera idea de por qué esto es así, diciendo que su padrastridad era totalmente dependiente de la relación matrimonial.

      Solo esto ya apunta una diferencia importante entre la paternidad y la padrastridad, que ha ido aumentando con el tiempo. Actualmente todos tenemos la experiencia de que un padrastro puede no serlo para siempre, como decimos que un padre es un padre para siempre, no importa si es un padre ausente o un padre que se omite en su función.

      Además, frecuentemente un padrastro no lo es por mucho tiempo: a diferencia de veinte o treinta años atrás, las relaciones conyugales están cada vez más sujetas a la impermanencia, a las inestabilidades y a la disolución, y esto hace que sea muy presente la noción (afectiva) del padrastro como una figura presente, pero que puede dejar de estar presente en cualquier momento. De hecho, con la sucesión de matrimonios, la padrastridad se muestra cada vez más dependiente de la relación matrimonial y por lo tanto cada vez menos parecida con lo que entendemos como un padre.

      Por cierto, vale la pena un apéndice: la palabra padrastro se origina del latín patraster que significa “hombre de la madre”. Este sí deriva de patre, que significa “padre”, pero tengamos en cuenta que esta es una derivación secundaria. Exactamente lo que Claudio trató de transmitir, en nuestras consultas: era padrastro mientras fuese casado con la madre de los niños.

      Junto con esto, también tenemos el hecho de que el padre, y algunas veces otros ex-padrastros, todavía están presentes y activos de alguna forma, indicando al padrastro y a toda la familia que él no es el padre.

      Y aquí creo que tenemos que ser muy cuidadosos: estábamos muy formados en el apego a la noción de reemplazo, y a la tendencia a descalificar aquello que no sea una supuesta sustitución buena y fiel. En los controles clínicos, por ejemplo, es común escuchar como los analistas, consciente o inconscientemente, alientan a sus pacientes a “ocupar su lugar”, entendiendo este lugar como lo de reemplazo perfecto. Se habla mucho de “tomar el lugar del padre” o “tomar el lugar de la madre” de los hijastros, y se entiende como una debilidad el tomar una posición que no sea idéntica a la que se imagina en un padre o una madre.

      Claudio no era un padre flojo; por el contrario, se mostraba presente y fuerte. Solamente decía que no era un padre. Por ejemplo, después de la separación, Sonia aceptó un trabajo en el extranjero por algunos meses, y Claudio decidió que su hija se quedaría en la casa de él, pero no sus hijastros. El no quería cuidar de los hijos… que él no sentía como propios.

      Pero al mismo tiempo, como padrastro, Claudio también se mostraba irreductible a un novio o ex novio de la madre, desinteresado y sin compromiso con sus hijastros: siguió asumiendo muchas funciones y gastos con ellos, participando bastante y desde un lugar único, de muchos aspectos de sus vidas. Por ejemplo, es el quién se ocupó de buscar un analista para Joana, y fue él quien sustentó financieramente esa primera serie de consultas.

      Otra cosa muy interesante que veo en muchas familias: con él, los jóvenes de esta familia establecieron canales de comunicación y de intimidad muy especiales que no se pueden explicar en un sistema de equivalencias simbólicas. Los desbordamientos del triángulo, por ejemplo, padrastros, hijastros y madrastras (y tantas otras figuras) construyen diseños diferentes y únicos; ésta es nuestra verdad contemporánea.

      Por cierto, hay una característica más importante en la padrastridad que impide la sustitución simple: en segundas nupcias, los hijos acompañan el inicio de la relación del padre o de la madre con sus nuevos compañeros. Cuando este hombre viene a ser el marido de la madre, esta figura estará impregnada de toda la historia de constitución de este casamiento y de esta nueva familia. Historia en la cual los niños participaron activamente. Este padrastro no antecedió al niño, como es el caso del padre; en muchos aspectos, el niño antecedió al padrastro, y solamente eso ya nos impediría de hablar en sustituto del padre.

      Para pensar esta figura, es importante recordar que una figura -el padrastro, en nuestro caso- es una construcción. No hay posibilidad ninguna de la captura directa de una figura empírica. Y si se trata de una construcción, es bueno recordar la condensación de las figuras en sueños, por ejemplo… y ciertamente los conceptos winnicottianos de espacio transicional, espacio potencial, ilusión y creatividad. No siendo exactamente familia, ni siendo exactamente extranjero, el padrastro es una figura de lo transicional que excede esas categorías, que excede las oposiciones, que es un diferente y un nuevo.

      Como sabemos muy bien, el objeto transicional no es un equivalente simbólico de algo, no llena un espacio vacío. Por supuesto, un padrastro puede ser considerado así, como la recusa de la ausencia del padre, y creo que ese llegó a ser el intento de Sonia, repitiendo que Claudio había sido el padre de Joana durante diez años. Si esto no se transforma, vamos a tener el mismo fenómeno que conocemos en el caso del niño del cordón, de Winnicott, en el que el cordón funcionaba como la negación de la separación, como una afirmación de que “la separación no existe”.

      Pero eso no se le puede atribuir a un padrastro. Él no tiene ninguna razón para estar en el lugar de algo muerto, algo que se había perdido. Tenemos que admitir que este no es un buen lugar para estar. El padrastro merece y puede tener un lugar mejor.

      Hay dos buenos conceptos que nos pueden ayudar a apoyar un mejor diseño, que son los conceptos de suplemento y diseminación. Estos son términos utilizados por Derrida en su trabajo deconstructivo, hace años retomados brillantemente por Ricardo Rodulfo, analista argentino que respeto y cuya obra recomiendo a todos. Con el apoyo de Derrida y Rodulfo podemos avanzar un poco en nuestras reflexiones.

      El concepto de suplemento de Derrida es muy interesante para pensar estas cuestiones, pensar algo que no es un sustituto y no es un opuesto, esto que añade algo que no existía antes. El suplemento no se opone a otro elemento y por lo tanto no habría como desalojarlo y tomar su lugar. El suplemento injerta algo nuevo que no estaba en los otros términos del sistema, y con él ​​dejamos la lógica de la sustitución y pasamos a trabajar con la lógica de la diseminación, que se refiere a la imposibilidad de controlar la dirección de un movimiento. La idea principal es que lo que se disemina excede cualquier efecto de generación: implica algo que se propaga y que tiene efectos que nunca podremos controlar.

      Derrida no está hablando de polisemia, de múltiples sentidos de algo. No es que podríamos definir padrastro como una combinación de padre, tío, amigo, maestro o de alguna otra cosa. No es que en la multiplicidad de significados, podríamos llegar a una definición de padrastro. No. Lo importante en la lógica de diseminación es que se admita el desplazamiento del sentido en una dirección que escapa al regreso a cualquier punto de partida, y por lo tanto elude la predicción, la captura, el control, las ataduras de nuestras referencias anteriores. Escapa del “Por supuesto, es un padrastro, es decir, una especie de padre”. No hay manera de hacer una reapropiación.

      Merece la pena, incluso, que abordemos la cuestión numérica. Sabemos de las representaciones numéricas de la constitución humana que el psicoanálisis ha concebido. El modelo de la mónada supone primero ser 1 que se abre al 2 y al 3. Y tenemos el modelo de primero ser 2 para llegar a ser 3 y a ser 1. Rodulfo nos propone no pensar en estos números, pero en el “más-de-uno”, diciendo, “todavía es muy insuficiente pensar ‘dos’, ‘tres’, etc.; habría que desalojar esa numerología tan demasiado evidente, preservando la ambigüedad, incalculable del entre”[2]

      La figura del padrastro, entonces -como las otras figuras de las familias, re-hechas o no- se refiere a verbos como diseminar y diferir, en lugar de los verbos sustituir y simbolizar. También se refiere a transicionalizar. Y, por supuesto, a jugar.ç

      Pensando en estas cosas, me di cuenta de que hace quince años hablé en algunos lugares sobre lo que podría haber de inventivo y constitutivo en las relaciones a través de la Internet, tan cuestionadas por los psicoanalistas. Quería señalar, con razón, que no era una mera sustitución de las relaciones “en vivo”, que allí estaban sucediendo otras cosas nuevas que precisábamos mirar e incluir en nuestro pensamiento. Necesitábamos otra lógica.

      Yo leía mucho Deleuze y pensaba en términos de pensamiento rizomático, que trabaja con la lógica de la diseminación. Es la misma lógica que rige el jugar, como Winnicott lo concibe.

      La mirada del analista sobre las “nuevas familias” tiene un impacto muy diferente de acuerdo a la lógica con la cual trabaje -de sustitución o de diseminación. Por ejemplo, recordemos una vez más la dimensión de violencia contenida en la formulación de Claudio, cuando se apoya en la lógica de la sustitución: para ser un padrastro que reemplazase bien al padre, este padre necesitaría morir. Reemplazo implica la supresión del original, por supuesto, y un ‘robo’ de lo que era de él. Está claro que el trabajo con este marco sin duda trae consecuencias de primer orden.

      En muchas áreas de experiencia estamos tan acostumbrados a este modelo que no se concibe otra forma de ser y de vivir. Pero es muy importante que podamos idear otras formas de ser y de vivir, como Winnnicott tanto se esforzó en mostrarnos. Si trabajamos tanto con Winnicott es porque entendemos que lo más fundamental para la vida es la posibilidad de tener experiencias, y entonces precisamos cuidarnos para no dificultarlas o imposibilitarlas.

      Por supuesto, sería bueno que hiciéramos eso no sólo en relación a los padrastros y a las madrastras, sino también en relación a los propios padres, a las madres, a los hijos, etc. Los padres vivos y los hijos vivos también exceden el referente de la paternidad y de la filiación, también se componen y recomponen a lo largo de las experiencias, también inventan y no caben en categorizaciones que a veces nos fascinan, y que destruyen la experiencia como experiencia. A mi juicio, lo que necesitamos en este campo es sustentar la transicionalidad y la diseminación como una actitud clínica y, ciertamente, como una actitud ética.

       


      Puedes descargar el documento en este enlace

       

      Lia Pitliuk: Psicoanalista brasileña, supervisora clínica, coordinadora de grupos de estudio, profesora de cursos sobre Freud, sobre Winnicott e sobre autores conocidos como estudiosos de las llamadas “relaciones de objecto” en el Instituto Sedes Sapientiae y en el Instituto Gerar, en São Paulo. Caracterizada por su visión y tratamiento nada convencionales de las problemáticas más clásicas del psicoanálisis. Una de las primeras en escribir positivamente acerca de la incidencia subjetiva de la informática, en lugar de considerarla una aberración tecnológica. Generosamente tradujo al portugués Dibujos fuera del papel, de Ricardo Rodulfo.

      [1]  Ponencia en la mesa Winnicott y las nuevas configuraciones familiares, en el X Encuentro Brasilero sobre el pensamiento de D.W. Winnicott, 5 de septiembre de 2015.

      [2] Rodulfo, R. Trabajos de la lectura, lecturas de la violencia: lo creativo-lo destructivo en el pensamiento de Winnicott, Buenos Aires, Paidós, 2009, p. 191.

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